Ahora, siempre tras estas noticias relevantes, vienen las tareas y las responsabilidades emergentes de un nuevo estatus. Uno de los más relevantes es fortalecer las instituciones y los procesos internos de la República que garanticen condiciones que la ley del Paraguay establece para las relaciones entre pares, entre empresas y entre el Estado y sus interlocutores. Esta dimensión, a la cual no solo las calificadoras, sino todo el proceso ha ido año a año trabajando para dar pasos a las transformaciones que nos han permitido tener Banco Central reconocido en la región como uno de los más eficientes y profesionales. Ello, al ser un área de economía reconocida por su manejo a lo largo de décadas de políticas eficaces en atender la vocación de crecimiento y desarrollo de la nación, además de administrar crisis como la del Covid-19 con éxito.
Y así, tenemos ejemplos como la institucionalidad de Senacsa, que nos permite tener un producto estrella como la carne paraguaya. Igualmente, hay varios espacios de gran profesionalismo y eficacia, gracias a la preparación y gestión de sus funcionarios. Pero lo que básicamente nos indican en la hoja de ruta las calificadoras es que debemos robustecer las instituciones que nos aseguren en la República del Paraguay la vigencia de las leyes y acuerdos que definimos como nuestros. Si este es el objetivo, debemos ser muy responsables de entender la dimensión de este proceso, que arranca con dejar de tener tutelajes de otros países en varias áreas de la gestión pública.
Cuando uno se pone los pantalones largos debe asumir plenamente la responsabilidad de no solo sus actos, sino del nuevo rol. Y aquí hay una fina y delgada línea en este proceso porque, si bien creo que la defensa de la soberanía y de los procesos de hacernos respetar en un contexto más allá de las fronteras, debemos ser consistentes y creíbles en demostrar que estamos ya asumiendo este nuevo rol. Ahora también es pertinente entender que no siempre lo que nos indican desde otro país es lo más apropiado para nosotros, ya que las realidades pueden no ser las mismas. También, algunas veces, se administran intereses que acaban bastardeando las iniciativas de ayuda de una nación a otra.
Al Paraguay le falta aún bastante para tener una institucionalidad fortalecida en sus instituciones. Pero no por esto se debe aceptar que se violen las prácticas reconocidas entre los Estados soberanos sobre asuntos que puedan afectar la imagen del país. Reiteradamente en esta transición de crecimiento tendremos que llamar la atención a aquellos que no se dieron cuenta de que estamos ya con pantalones largos. Y que probablemente fallaremos, pero nos asiste la convicción de no permitir que nos traten como niños o que nos afecten en nuestra imagen y nuestra identidad.
Hacernos respetar es un proceso que arranca por entender claramente quiénes somos hoy, cuáles son nuestras debilidades y fortalezas y, sobre todo, nuestro proceso de maduración institucional. Por último, creo que debemos ir de a poco construyendo la identidad colectiva. El Paraguay somos todos juntos y no debemos permitir que un caso particular acabe defendiendo intereses exógenos. Aún recuerdo cómo en la década del 2000-2010 la imagen de Ciudad del Este era lo que definía Paraguay para los paulistas. No podíamos mostrar otro Paraguay porque desde afuera nos imponían una imagen tremendamente distorsionada de la realidad. Podemos estar en un proceso de mejora, de corrección de algo interno, pero definitivamente no debemos permitir un tutelaje, menos un protectorado, de ninguna nación extranjera en nuestro destino. Debemos asumir que hoy ya tenemos pantalones largos. Y esta madurez exige que seamos coherentes con las propias reglas de ser soberano.