17 dic. 2024

“A Stroessner le traían las nenas para ser violadas”

El secuestro y la violación de niñas de entre 10 y 15 años durante la dictadura, crímenes cometidos por el propio dictador Alfredo Stroessner y por varios jerarcas de su entorno, son uno de los temas menos investigados y documentados hasta ahora, porque las víctimas sienten “mucha culpa y vergüenza”, según el informe de la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ).

Víctima.  Julia Ozorio, en el mismo sitio en que la mantuvieron cautiva desde los 12 años.

Víctima. Julia Ozorio, en el mismo sitio en que la mantuvieron cautiva desde los 12 años.

Julia Ozorio, quien a los 12 años fue secuestrada de su hogar familiar en la compañía Guavirá, de Nueva Italia, en febrero de 1968 por el coronel Pedro Julián Miers, quien la trajo a una quinta en Laurelty, donde fue mantenida como esclava sexual durante dos años, es una de las pocas que se animó a brindar testimonio ante la Comisión de Verdad y Justicia sobre el horror que tuvo que soportar y que incluso escribió su historia en un libro titulado Una rosa y mil soldados.

En un testimonio en video, registrado en el Museo Virtual Meves (Memoria y Verdad sobre el Stronismo), Julia asegura que el coronel Miers, entonces comandante del Regimiento Escolta Presidencial, mantenía un harén con varias nenas de entre 10 y 15 años y que “las más finas eran traídas a Stroessner para ser violadas”.

REVISIÓN. El tema de las niñas violadas vuelve al tapete tras la propuesta hecha en una entrevista con ÚLTIMA HORA por el director de Reparación y Memoria Histórica, Rogelio Goiburú, de investigar la faceta de pervertidos sexuales que tenían Stroessner y sus colaboradores.

Los testimonios apuntan a que existían varias casas a donde eran traídas las niñas secuestradas de áreas rurales y mantenidas en harenes, a disposición del dictador y varios jerarcas del stronismo.

Una de ellas era la quinta de Laurelty, que manejaba el coronel Miers. Julia Ozorio cuenta que cuando ella llegó, en 1968, había otras cuatro niñas también encerradas.

“Los militares cazaban niñas y las arrancaban de su hogar a cambio de puestos en instituciones públicas a sus parientes. Nadie podía decir nada. Éramos violadas sin piedad. No querían a nadie que tenga más de 15 años porque decían que ya tenían huesos duros”, narra la mujer.

En la quinta de Laurelty eran mantenidas cautivas por una guardia de soldados armados. Hasta allí llegaba con frecuencia el dictador Stroessner, a quien le ponían a disposición jovencitas vírgenes para ser violadas, destaca.

“Había fotos apiladas de niñas desnudas o con vestiditos, en donde elegían a sus víctimas. A mí me hicieron fotos parecidas”, indica.

Ella tuvo que huir del país cuando la dejaron libre, tras cumplir 15 años, con amenazas de guardar silencio.

La casa de Popol

Otro de los “harenes” de niñas a disposición del dictador era una casa en el barrio Sajonia, regenteado por el teniente coronel retirado Leopoldo Perrier, más conocido como Popol Perrier.

En aquella casa se alojaban las “niñas traídas especialmente del interior del país, que eran preparadas para ser luego ofrecidas como delicias al presidente y su corte”, destaca el periodista e historiador Bernardo Neri Farina, en su libro El último supremo.

De aquella misma casa, una madrugada, la señora Malena Ashwell, hija del conocido historiador Washington Ashwell, tuvo que socorrer a una niña que había salido corriendo a la calle, toda ensangrentada tras una cruel violación, según relata el también historiador Aníbal Miranda, en su obra Stroessner.

Haber intervenido en aquel incidente y denunciarlo en un círculo reducido le costó a Malena Ashwell ser perseguida por el stronismo.

“Es un tema que sigue envuelto en una nebulosa y debe investigarse más a fondo. En la Comisión de Verdad y Justicia se recogieron algunos testimonios, pero las víctimas aún tienen vergüenza y temor”, destaca Rogelio Goiburú.

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