Por eso el empleado del ex presidente y candidato opositor Santiago Peña hace un pucherito con la boca y dice que su movimiento no le concederá un solo dólar más de endeudamiento. Suena raro para alguien que no tiene un cargo en el Congreso ni administrativo tan siquiera en la Junta de Gobierno a la que visitó una sola vez para que le pusieran el pañuelo colorado al cuello. Raro además porque es uno de los asesores del actual ministro de Hacienda y hermanastro de Abdo con quien traza las líneas económicas de este Gobierno.
El argumento del juicio político como amenaza no es de recibo. Ni hay voluntad ni deseos de sustituir al actual por Velázquez porque eso equivale a caer de la sartén al fuego. Su mejor garantía para que no lo echen de presidente es la línea sucesoria que se viene. Así como están las cosas el vice sigue siendo funcional al ex presidente cuyo principal preocupación es no acabar preso en alguna penitenciaría extranjera. Brasil jugará esta pieza con el trasfondo de Itaipú como lo hizo con anterioridad con Stroessner, Oviedo, Cubas Grau, la enfermedad de Lugo y el contrabando de cigarrillos de Cartes. Nuestra debilidad es su fortaleza y saben muy bien que cuando más timorata nuestra Justicia mejor posicionados ellos en los temas internacionales. Les conviene esta unión porque Abdo deberá negociar la cabeza de Cartes entregando Itaipú a cambio y con sonrisa plena de su nuevo compañero de ruta. Pierde el país, pero eso nunca importó.
La calle está subiendo de tono contestatario y eso pone en peligro el futuro de ambos y todavía creen que pueden salvarse con los métodos tradicionales cuando la pospandemia acabará con el sistema conocido y ellos unidos o sueltos serán sus víctimas. Sus mayores enemigos son sus pasos en falso y medir la realidad en función del viejo orden cuando vamos a vivir de pleno un cambio de era y no una era de cambios. Desconocen lo que se viene y se abrazan al viejo formato para salvarse. Nadie se cuestionará si preparan o no ollas populares para tener patente de crítico, la realidad será la única verdad que ninguna inversión offshore podrá poner a resguardo.
El espanto de un país injusto donde el sistema judicial asume frontalmente su cuota de responsabilidad, políticos desbordados, economía destrozada y un gran descontento popular preanuncian conflictos serios en puerta que no se acabarán uniendo bancadas en el Congreso. El problema está en calle, en el estómago y ese es el gran espanto que no se quiere reconocer y que excede el abrazo circunstancial.
