Son las 02:30 AM y César Rodríguez, de 28 años, ya está despierto. En la fría madrugada, se alista para salir de la casa, en J. Augusto Saldívar, y esperar el transporte que lo lleve al trabajo, en el Mercado Municipal N°4 de Asunción.
El joven perdió la pierna derecha tras un accidente en moto, siete años atrás, pero no las ganas de transitar hacia adelante. Desde los 16 años trabaja en el populoso mercado, en una verdulería donde se encarga de limpiar, ordenar y crear mosaicos de vegetales.
Es también aficionado de la mecánica, que le genera un ingreso extra con las reparaciones de las motos en su tiempo libre.
El conocimiento sobre mecánica, práctica que realiza desde su adolescencia, permitió ingeniarse con facilidad para reparar, y en parte fabricar, la prótesis que ya estaba gastada. Hierro, chapa y goma fueron los materiales que utilizó para cambiar la zona inferior de la pierna artificial y la planta del pie, con el fin de seguir desplazándose y hasta realizar trabajos de fuerza.
“Esta prótesis es provisoria, tenía que cambiar, pero luego vino la pandemia y ya no fui a ver en la Secretaría Nacional por los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad (Senadis), donde estaba gestionando”, expresa.
El hierro original de la prótesis, con el correr del tiempo comenzó a gastarse, entonces decidió realizar las adecuaciones y cambios él mismo.
“En un taller, cerca de casa, ahí nomás ya con soldaduras y algunas cositas y ya está. Pero la otra vez se rompió el hierro y entonces corté, como abajo era plástico lo cambié por chapa y quedó más seguro. Le añadí también goma como antideslizante”, relata.
La fabricación casera es un poco pesada, confiesa. El joven manifiesta que anhela tener una que sea ortopédica de calidad para movilizarse más cómodo, pero señala que la falta de tiempo y el cansancio por el ajetreo diario hacen que no pueda gestionar el cambio de prótesis.
“Para conseguir esta provisoria me tuve que ir como a seis o siete lugares. Hay que tener tiempo y plata. Una prótesis buena sale como G. 6 millones a G. 8 millones. Pero hay que ir y venir con las órdenes, los sellos, eso es lo que tiene el Estado, para conseguir algo hay que movilizarse mucho y como yo estoy solo, tengo que dedicar mi tiempo a trabajar”, indica.
Proactivo. Rodríguez es huérfano de madre. Desde muy joven prefirió independizarse de su padre, hermanos y abuelos y alquilar un lugar, pero cerca de la familia, para su propio espacio.
“Antes tenía solo una cama, después de mi accidente procuré tener ya todas las comodidades para la casa. Dejé las farras, las trasnochadas”, destaca sentado en un pequeño banco de madera mientras de manera ágil no para de descascarar las cebollas y trasladarlas a otro cajón. En el lado de la prótesis, el pantalón lo lleva remangado. “Me gusta tener así, que se vea. No me da vergüenza ni me deprime. Cuando me amputaron recién la pierna dije que iba a salir adelante y salí”, destaca.
En pleno ajetreo, entre el bullicio de la feria, desde el fondo lo llama una compañera para pedirle abrir una vieja puerta metálica y con herrumbre, sellada con cemento a la pared. César vuelca toda su energía para lograr despegar utilizando una varilla de hierro. Cumplida la asistencia, de manera vertiginosa, vuelve a su puesto a retomar la tarea.
Incendio. El joven trabajaba en la feria Aragón, donde semanas atrás un incendio consumió los años de sacrifico materializados en mercaderías de los pequeños y grandes comerciantes.
En la reubicación provisoria, en la planta baja del deteriorado e insalubre edificio central, Rodríguez ejecuta la rutina de acomodar las provisiones y asistir en todo lo que haga falta.
En el primer día de la mudanza del puesto donde trabaja, se muestra optimista y con energía, como si el reciente siniestro, la disminución de ventas y el traslado no lo hayan golpeado anímicamente. Y es que cuando de resiliencia se trata, César sabe bastante.
Los lectores que deseen ayudar a Rodríguez, a gestionar o donar una prótesis nueva, pueden contactar con él al celular con número (0991) 792-740.
Antes andaba en farras, luego de mi accidente dejé. Seguí trabajando y de tener solo una cama logré invertir en todas las comodidades.