En la edad adolescente, la rebeldía es la marca registrada, que incide en el vínculo con la madre y el padre o los tutores. La adolescencia contempla desde los 10 años hasta los 19 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para el sicólogo Christian Méndez, la rebeldía en la adolescencia, tiene sus orígenes en la infancia y viene de la mano de las actitudes muy exacerbadas o alarmistas de los padres, que llegan a su punto máximo en esta etapa.
“Cuando los padres lidian en la infancia de una forma muy exacerbada cuando los hijos hacen algo, siempre termina en adolescentes que no saben procesar sus emociones. Ellos no saben qué van a hacer o qué no van a hacer porque sus papás siempre se terminan como irritando”, explicó.
Entonces, una vez que se llega a esta etapa de rebeldía que se caracteriza por el vocabulario grosero, los adolescentes no dimensionan los límites que pueden llevarlos a conductas de riesgo, sexo, drogas, conductas autolesivas.
“Mientras más tensa o poco comunicativa u hostil sea la comunicación con los padres, las conductas rebeldes se intensificarán”. Lo más extremo es cuando no saben expresar sus emociones, que son muy intensas y llegan a autolesiones.
En ese sentido, dijo que los padres deben aprender a detectar cuáles son las conductas alarmistas de la edad o propias de la adolescencia. Las señales que son parte de la edad son cuando los adolescentes quieren preguntar o saber sobre parejas cuando se ven atraídos por alguien, cuando les llaman la atención cosas como acción, deportes, actividades físicas, aventuras, viajes, tecnología.
“Los padres tienen que estar listos para acompañarles en ese proceso sin que sea punitivo. Mientras más evaden conversar con ellos, ellos van a buscar información de otra parte. Cuando buscan información de otra parte ahí es donde se exponen a que caigan como en mala información o malas conductas”. Los signos de alarmas son las autolesiones, el consumo de drogas que fuman y todo aquello que le puede causar daños a ellos o a terceros.
PROMOVER AUTONOMÍA. El sicólogo dijo que los padres deben dejar que los adolescentes tomen todas las decisiones y que sean autónomos. “El padre evita que el adolescente se frustre, lo protege. Cuando los papás agarran esa responsabilidad con los chicos, los chicos nunca saben cómo lidiar cuando las cosas salen mal”.
Con relación a las reglas, el sicólogo dijo que son muy útiles, pero se tiene que tener muy en claro qué comportamiento es el que se quiere conseguir. “En sicología del comportamiento utilizamos lo que son los reforzadores para aumentar un comportamiento y los castigos para disminuir una conducta”.
Ejemplificó que un reforzador positivo es introducir un elemento para reproducir una conducta adecuada. “Si quita la basura todos los días tiene que haber como un reforzador que le acompañe después. Es decir, vamos a salir a comer lo que vos querés, vamos a irnos al cine”.
Con relación a los castigos, no deben ser golpes o un sermón, sino aplicar la técnica positiva. “Un castigo positivo a la grosería es que se tiene que hacer algo que al adolescente no le gusta, algo que sea lo suficientemente aversivo como para que le genere rechazo y no emita más la conducta como decir grosería”.
Pese al estrés, se recomienda a los padres mucha paciencia con los adolescentes porque ellos necesitan comprensión. Caso contrario, si las intervenciones son muy arbitrarias, lo que ocasiona es el alejamiento del adolescente, que finalmente busca refugio en las adicciones y en situaciones de riesgos.