Ignacio Telesca, historiador
La semana anterior el Dr. Pedro Gamarra Doldán tuvo la gentileza de comentar los artículos que habíamos publicado en entregas previas sobre la demografía paraguaya antes y después de la Guerra contra la Tiple Alianza. Si bien hay un par de precisiones que habría que realizar, quisiera concentrarme en una pregunta que formula: “Pero es digno preguntarse, adónde fueron los negros al término del conflicto, ese 10% que existía al inicio de la confrontación”.
Si bien no se había mencionado el tema en los artículos en cuestión y en el de Gamarra Doldán aparece como sin previo aviso, vale la pena alzar el guante e intentar dar respuesta al desafío.
Población esclavizada proveniente desde África, existió en Paraguay desde tiempos de la conquista como bien claro lo mencionó Josefina Plá en su célebre obra Hermano negro. Esta población no disminuyó, sino que se mantuvo constante y –según los censos con los que contamos– hasta la época de la Independencia más del 11% de la población era afrodescendiente y un poco más del 4% esclavizada.
Esta población afrodescendiente se concentraba en mayor medida en Asunción, debido a que los conventos religiosos poseían rancherías de esclavizados. Por dicha razón, en 1782 el 54,7% de la población asuncena era afrodescendiente y en 1799, el 42,6% de la población.
Para el censo de 1846, sin embargo, la población afrodescendiente libre en Paraguay disminuyó porcentualmente mientras que la esclavizada se mantuvo constante: un 3,6% era afrodescendiente libre y un 4% afrodescendiente esclavizada. Este último porcentaje seguramente aumentó previo a la guerra debido a la Ley de Libertad de Vientres, aunque pueda parecer una paradoja.
Esta ley entró a regir el 1 de enero de 1843 y decía que las hijas e hijos de las mujeres esclavizadas que nacieran tras dicho 1 de enero serían libres cuando las mujeres cumplieran 23 años y los varones 25. Es decir, aunque recibieran el nombre de libertos seguían siendo esclavos hasta cumplir dicha edad: podían ser vendidos y estaban sujetos a todas las obligaciones que cualquier persona esclavizada tenía.
Si hacemos cuentas, una mujer nacida el 2 de enero de 1843 recién sería libre el 2 de enero de 1866 y un varón nacido en igual fecha, el 2 de enero de 1868. En ambos casos, en medio de la guerra. Aún no hemos encontrado ningún documento que otorgase la libertad amparado en esta ley (y hasta impensable que la gente estuviese pensando en estos menesteres cuando intentaba defender su tierra). La esclavitud recién fue abolida con la Constitución de 1870.
Es evidente, entonces, que afrodescendientes había; y aunque un 4% resulte minoritario pensemos que hoy serían alrededor de 300.000 personas esclavizadas en Paraguay (para tener una idea de lo que significaría hoy).
Es acá donde se hace patente la pregunta del inicio: ¿Dónde están?
El destino de la herencia afroamericana
Muchas personas fallecieron a causa de la guerra, como el resto de la población; el resto se regresaron a su lugar de origen, Emboscada, Kamba Kua, Kamba Kokue, Areguá, Tavapy, San Salvador al norte, entre otros. La gran mayoría, de igual manera que se venía produciendo desde épocas coloniales, se fue mezclando con el resto de la sociedad.
Y debemos hacer un par de precisiones. En primer lugar, el tema de los colores. No es lo mismo un africano de Túnez que de Sudáfrica, de Senegal que de Madagascar; de igual manera que no es lo mismo un europeo de Suecia que de Andalucía, de Irlanda que de Grecia; como no es lo mismo un azteca que un mapuche, un maká que un guaraní, aunque les demos a todos el nombre de americano.
Debemos tener en cuenta al mismo tiempo, que los afrodescendientes libres eran discriminados jurídicamente desde épocas coloniales: no podían casarse con quien quisiesen, había milicias solo para ellos, iglesia solo para ellos y para colmo, tenían que pagar un impuesto, un marco de plata, por el solo hecho de ser afrodescendientes. Es más, cuando se crea Emboscada en 1741 se lo hace con personas afrodescendientes libres a cambio de no pagar dicho impuesto.
Ante esta realidad es claro que toda persona afrodescendiente haya intentado por todos los medios eludir ese cerco discriminatorio, y en el Archivo Nacional de Asunción nos encontramos con una gran cantidad de documentos que dan cuenta de estas estrategias antidiscriminatorias. En una sociedad donde desde sus inicios la vida sexual no estaba reglamentada por el sacramento matrimonial (sino más bien por la violencia y el abuso) no existía un fenotipo homogéneo. Obviamente, el indígena guaraní era el mayoritario, pero entre el campesinado pobre la gradación cromática era amplia y un mulato no tenía por qué desentonar. De igual manera que si subimos hoy a cualquier colectivo y nos ponemos a distinguir color de piel, notaremos que la variación es enorme, aunque digamos de todos que son paraguayos.
Esta discriminación permaneció tras la guerra, aunque no de manera jurídica, pero sí ideológica. Por ejemplo, cuando se celebró el centenario de la Independencia se imprimió un álbum gráfico y en la introducción de dicha obra se sostenía que “el pigmento negro no ensombrece nuestra piel”. Ante una afirmación así, seguramente el sargento Cándido Silva, el Trompa de Curupayty, que vivía en San Lorenzo, procuraría evitar mirarse al espejo.
Resumiendo entonces, por un lado, los afrodescendientes están en las comunidades que se asumen como tal (Emboscada, Kamba Kua, Kamba Kokue) y se han organizado en la Asociación Paraguaya de Afrodescendientes; por el otro, están en cada uno de nosotros, en diferente grado, según la historia familiar de cada uno. Pero en toda persona nacida en el Cono Sur de América (si tiene ascendencia más allá de 1870) corre sangre americana (en mayor medida), africana y europea (en menor medida).
Ante la pregunta: ¿Dónde se fueron los negros?, la respuesta más certera es: “Dentro de todos nosotros”.