Este mapa sonoro resulta clave para la supervivencia en un mundo subacuático, donde los colores desaparecen a partir de los 30 metros de profundidad y donde la luz se apaga por debajo de los 100 metros.
De todos estos sonidos dependen los patrones de alimentación, reproducción, seguridad, sociabilidad y migración de los habitantes de mares y océano, explica la presidenta de la Fundación Príncipe Alberto en España, Carol Portabella, en una tribuna en EFEverde.com de la agencia EFE en vísperas de la celebración del Día Mundial de los Océanos, mañana 8 de junio.
Se estima que dos millones de buques (esta flota se ha multiplicado por dos en 40 años) operan en la actualidad en los océanos y sus hélices, cada vez más grandes y potentes, producen turbulencias y burbujas cuyas ondas se propagan a una velocidad 5 veces superior a lo que lo haría en la superficie, a 1.500 metros por segundo, alcanzando kilómetros de distancia.
Portabella explica que las consecuencias de esta contaminación acústica marina son mortales en muchos casos por las ondas sónicas que generan y que son similares a las de una explosión, pues actúan como una bomba cuyas ondas pueden matar instantáneamente, subraya, citando al biólogo y biotecnólogo Michel Andrè.
En el mismo sentido, la bióloga marina Camila Ahrendt alerta sobre los efectos de las ondas expansivas de los sonares tácticos militares, quizás las más potentes bajo el agua junto con las de los cañones de aire comprimido usados para la prospección de suelo marino, que alcanzan los 240 Hz, añade.
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La presidenta de la Fundación Príncipe Alberto II destaca, por ello, el trabajo de la Fundación Meri para registrar e identificar sonidos “que nos muestra que a cada especie le corresponde una frecuencia distinta, y también para poder dibujar sonidos de algunos cetáceos no audibles para el oído humano”.
El estudio Quiet Sea, dirigido por el profesor Herve Glotin y financiado por la Fundación FPA2, ha comprobado, por otra parte, los efectos positivos de la disminución del ruido antropogénico durante la pandemia del Covid-19, como el regreso de muchas especies a las zonas costeras y la recuperación de patrones de comportamiento.
Entre las soluciones a la degradación acústica del medio marino, Portabella cita la ampliación de las áreas marinas protegidas (AMP), parques marinos, reservas marinas o zonas de migración como el corredor de cetáceos del Mediterráneo.
Otras medidas a adoptar son el aislar las salas de máquinas de los buques, el uso de sistemas acústicos pasivos de alerta de presencia de cetáceos que permita reducir la velocidad de navegación, o interrumpir los trabajos de prospección, como el WACS creado por Michel Andrè y ya utilizado por petroleros, operadores de parques eólicos marinos y algunas pocas compañías de transporte.
En este sentido, Portabella recuerda que la Fundación FPA2 colabora con la Fundación Sounds of Silence para seguir analizando el mapa sonoro y aportando soluciones al grave problema que suponen los sonidos antropogénicos en el mundo marino.
La tribuna completa “El ruido antropogénico o la contaminación acústica del mar” está disponible para su lectura y descarga en www.efeverde.com.