La filtración de una supuesta lista de nombres de periodistas que figuraban en una agenda perteneciente al ex responsable del Departamento Técnico Aduanero de Vigilancia Especializada (Detave) trajo nuevamente a colación la discusión sobre el papel de los medios de comunicación en la difusión responsable de la información.
La Fiscalía filtró los datos sin haber corroborado siquiera con el dueño de la agenda sobre el motivo de la aparición de nombres y apellidos, y en algunos casos solo nombres o solo apellidos de profesionales de la comunicación.
Se presentó la información como si los periodistas que supuestamente aparecían en esa lista fuesen cómplices de contrabando, el hecho que en realidad se investiga. Se divulgó el hecho como si de ellos –los nombres que figuraban en la agenda– dependiera la publicación o no de noticias relacionadas con el tema del contrabando, cuando en realidad el filtro de publicación de una información pasa –o debería– por una serie de controles y personas, desde la producción hasta la Jefatura de Prensa.
La condena mediática no demoró, considerando que en este país uno es culpable hasta que demuestre su inocencia. Se aprovechó la animadversión hacia algunos de los comunicadores para celebrar la caída y profundizar los ataques, sin hacer un análisis real del caso.
Por ello, es bueno recordar lo que compartió en sus redes sociales la colega Flavia Borja: “Más allá de todos los cuestionamientos válidos que tenemos hacia el trabajo de uno de los periodistas que aparecían en la supuesta lista, como audiencia tenemos que punir primero a los medios que crean y se aprovechan –porque les rinde– de ciertos ‘perfiles’. “Quieren show y cuando les sale mal, ipo’ivehápe oso la piola”, agregó.
Señaló que si se refería a los medios es porque el día de mañana encontrarán a otra persona que necesita trabajo y que esté dispuesta a hacer lo mismo (que los hoy “condenados” por los televidentes), y recordó el caso de un conductor de televisión que debió volver del Mundial de Rusia 2018 tras pedir a personas de otros países que repitieran palabras obscenas en guaraní para burlarse después.
Es difícil pensar que, en algún momento, los medios dejarán de contar con personas que usan el periodismo como medio para posicionarse y no como fin para que la sociedad acceda a información veraz y de calidad que les permita tomar decisiones sobre su futuro. Pero no por ello debemos cejar en buscar cada día debatir sobre la necesidad de acceder a un producto de probada calidad, como es la difusión de información contrastada y que persiga el bien común.
La agenda general debe continuar enfocada en enfatizar, desde la universidad y en las redacciones o salas de prensa, la necesidad de no contaminar la noticia con sensacionalismo solo para generar mayores –y con mayor rapidez– ganancias para las empresas periodísticas.
Y, además, se debe seguir discutiendo sobre la importancia de no condenar mediáticamente a las personas por la simple presunción de autoridades estatales. Hoy, la falta de rigor en la difusión de información condenó a periodistas, pero a diario se da con personas de cualquier profesión o estrato social.
De todos nosotros depende exigir veracidad y calidad informativa para construir una mejor sociedad y castigar a medios que nos la niegan.