Si bien la problemática por las constantes y fatigantes reguladas se acentuó y despertó una indignación colectiva en las últimas semanas, se trata de una situación que se arrastra ya desde hace tiempo, ante la inacción del Gobierno y los nulos esfuerzos de las empresas del transporte público por brindar un mejor servicio.
Además de soportar un trayecto cargado de inconvenientes por el tráfico y las aglomeraciones dentro de los buses, los pasajeros sufren una complicación primordial: la agobiante espera del ómnibus, sobre todo en horas pico.
Uno de los tantos ejemplos de esto es lo que se vive cotidianamente en la parada central de una de las empresas del transporte público ubicada en la ciudad de San Lorenzo, en el Departamento Central.
En el lugar, de lunes a viernes, desde alrededor de las 4:00 van partiendo los buses cada 15 minutos y a partir de ese horario ya se observa una gran cantidad de personas que llegan para desplazarse principalmente hacia Asunción.
Aproximadamente a las 4:30 ya comienza a percibirse cómo una inclemente fila de usuarios crece sin detenimiento y, por lo menos hasta las 7:00 de la mañana, persiste en la misma condición.
Uno de los hechos más penosos es ver cómo algunos llegan en vehículos o buses internos desde zonas incluso más distantes, con la esperanza de trasladarse sentados hasta la capital, pero terminan obligados a abordar un bus lleno o esperar un mínimo de 40 minutos hasta lograr subir a uno con asientos libres.
Lo que se destaca del sitio es que casi todos los usuarios acostumbran a respetar la fila, así como también permiten que las personas con discapacidad, embarazadas o mujeres con niños se ubiquen en los primeros lugares.
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Mientras tanto, otros ciudadanos que no tienen la posibilidad de llegar hasta dicha parada están forzados a abordar el transporte a la intemperie de las inseguras calles o paradas transitorias, donde también se registra una gran cantidad de personas.
Estos usuarios, por su parte, deben tolerar el toparse con buses ya abarrotados, unidades “diferenciales” cuyos aires acondicionados casi son inservibles, molestias y hasta empujones a veces, por lo tedioso de tener que viajar en estas condiciones.
Todo este dilema se replica nuevamente por las tardes y las noches, cuando los pasajeros deben sufrir esperas que ascienden incluso ya a más de una hora.
¿No se supone que el transporte público debe ser digno para todos? ¿Qué hará el futuro gobierno de turno por mejorar esta problemática? ¿Cuántos años más tendremos que padecer todo esto?
Estas son solo algunas de las preguntas que se hacen cotidianamente los usuarios mientras están viajando a bordo de un bus.
El hartazgo ciudadano ante este desolado panorama se ha acrecentado y, si bien las críticas derivaron en la destitución del ahora ex titular del Viceministerio de Transporte, una posible solución está lejos de esto.
La sociedad en general pide cesar con las medidas parches y exige una reforma real del transporte público.