17 nov. 2024

Aguas que valen oro

El título de este artículo es similar al del libro escrito en 1975 por el recientemente fallecido Efraín Enriquez Gamón, un paraguayo destacado que en vida fue economista y político, docente, novelista y poeta, embajador en México, Francia y ante la Unesco en París y que en sus últimos años de vida fuera miembro del Consejo de Administración y director general de Itaipú.

En el libro mencionado, titulado “Itaipú, aguas que valen oro” el autor investiga en profundidad el enorme valor que tiene para nuestro país el agua, en la generación de energía.

Yo en este brevísimo artículo quiero ampliar el enorme valor que tiene el agua en otros aspectos económicos y consecuentemente en el desarrollo de nuestro país.

Ante de profundizar en el tema económico, es importante hacer un breve paseo por la filosofía recordando los conceptos de Aristóteles sobre el ser en cuanto a “acto” y el ser en cuanto a “potencia”.

Por ejemplo: La semilla de un árbol de roble es en el “acto” una simple semilla pero tiene la “potencia” de transformarse en un frondoso árbol, que a su vez puede transformarse en una madera de gran resistencia, que a su vez puede utilizarse para hacer una casa o un barco.

Entrando de nuevo en la economía, el peruano Hernando de Soto en su libro El misterio del capital llama “capital muerto” a ese recurso natural que en el “acto” es una semilla o un río y solamente en la medida que se lo utilice puede convertirse en un “capital vivo” que sirve para el desarrollo.

Siguiendo estos conceptos y entrando en el tema del agua, debemos recordar que el Paraguay con sus lluvias, sus ríos, sus arroyos y sus acuíferos, es uno de los países con mayor disponibilidad de agua dulce per cápita del mundo.

Estas aguas valen oro para nuestra actual generación de energía eléctrica, debido a que el 100 por ciento de la energía eléctrica que consumimos viene de Itaipú, Yacyretá y Acaray, todas usinas hidroeléctricas.

Estas aguas valen oro para nuestra actual producción agrícola que creció 17 veces desde la década del 80 y que hizo posible el también enorme crecimiento de la agroindustria y de las exportaciones. Recordemos que para producir un kilo de soja o de trigo se necesitan aproximadamente 1.500 litros de agua.

Estas aguas valen oro para nuestra actual producción ganadera que también tuvo un crecimiento vertiginoso desde la década del 90, pasando de una exportación anual de apenas 50 millones de dólares a más de 1.000 millones de dólares.

Recordemos que para producir un kilo de carne se necesitan aproximadamente 15.000 litros de agua.

Estas aguas valen oro para un país mediterráneo como el nuestro, cuya salida al mar más barata y eficiente es a través de los ríos Paraná y Paraguay. La disponibilidad de estos ríos, sumado al boom agropecuario y a un sistema tributario simple, hizo que hoy tengamos la tercera flota de barcazas fluviales más grande del mundo y la primera de toda América Latina.

Indiscutiblemente el agua vale oro para el Paraguay y tiene un enorme potencial para su desarrollo futuro, tanto para su desarrollo agropecuario, como industrial y de servicios y hoy con esta sequía extrema, estamos palpando intensamente las graves consecuencias de su carencia.

Lastimosamente así como estamos en los primeros lugares en cuanto a disponibilidad per cápita de agua, estamos en los últimos lugares en el cuidado de este recurso fundamental tanto para la vida como para la economía.

Al igual que en la energía eléctrica, tenemos abundante agua y una pésima distribución. Solamente el 66% de nuestra población tiene acceso al agua potable, solamente el 11% tiene alcantarillado sanitario y el 3% tratamiento de efluentes.

Como nos decía Enríquez Gamón nuestra agua vale oro, tanto para renegociar un mejor Anexo C de Itaipú en el 2023, como también para nuestro desarrollo económico y para una vida digna de todos los paraguayos.

Cuidémosla.

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