14 ene. 2025

Aire o pantalla, he ahí el dilema

Darío Lugo | @darilu1970

Paraguay experimentará estoicamente esta semana una pincelada de infierno, con temperaturas supremas, frente a las cuales es un calvario el ritmo normal de la vida. El verano se hará sentir en todo su esplendor y con eventuales consecuencias nefastas para la salud, en un tórrido ambiente y con justificada negativa a estar a la intemperie.

Las previsiones meteorológicas hablan de un frente muy caluroso que se apoderará de la región por unos días, y obligará a tomar los máximos recaudos para que la población no padezca de episodios que lamentar, como la hipertermia o la insolación, especialmente en las horas cercanas al mediodía.

Por supuesto, el consumo de los acondicionadores de aire se elevará por las nubes y, ¡qué novedad!, nos espera un casi seguro ciclo de interrupciones en el suministro eléctrico, porque el sistema de distribución está lejos de brindar las garantías necesarias con el fin de amainar la oleada calurosa que nos espera, tiempo en que se dan los picos máximos de consumo.

Ya hubo preludios de este periodo de caras largas, malestar general y reclamos por doquier al momento de experimentar cortes de la corriente a cualquier hora, con argumentos poco creíbles y desnudando la verdadera situación de una empresa proveedora a la que le falta una inmensa cantidad de inversiones para brindar electricidad con niveles de calidad que la gente se merece.

Si pensamos que la ciudadanía ya tiene un vía crucis permanente con el sistema de transporte colapsado y debe esperar mucho tiempo para subir a alguna línea que le acerque a su lugar de trabajo, o bien le traslade al hogar cuando finaliza su jornada laboral, o tratamos de dimensionar la angustia de conseguir un turno médico en IPS o cualquier hospital público, qué podemos señalar de lo que nos esperaría cuando todo el mundo busque cobijarse al amparo de un aire, frente al clima atroz del verano.

De hecho, no solo se contempla en cada corte del suministro de energía la angustia de personas que quieren descansar tranquilas o desarrollar tareas sin tener que apelar a la clásica pantalla para disipar el tremendo calor, sino que existe una cadena de procesos dependientes de electricidad relacionados al expendio de productos perecederos, amén de los centros de salud donde la imperiosa necesidad de luz es patente, prioritaria y sin discusión.

En este y en otros casos en que la población termina pagando caro, se traza un círculo casi perfecto, con tiempos cíclicos que se repiten anualmente y vuelven a ubicar un servicio tan básico, como el de la provisión de electricidad a los hogares, en la cuerda floja; pero también con déficit para llegar con energía de calidad a industrias que dependen casi exclusivamente de un buen suministro, con lo que las pérdidas se multiplican y los costos se elevan.

La ineficiencia y la mala gestión de décadas, con desfasaje en inversiones que ascienden a cientos de millones de dólares, se une a otros colapsos desde empresas estatales o de capital mixto que apenas sobreviven y constituyen pasivos muy onerosos, ya que en definitiva es el contribuyente el que financia parte de la gestión, pero sin recibir el servicio acorde y merecido.

Tampoco podemos proyectar siquiera las potencialidades de aprovechamiento eléctrico mediante sistemas de transporte o electrointensivas, ya que aún se contemplan años luz (vaya expresión) para llegar a tales escenarios en que los contribuyentes gocen de esos beneficios y mejoren su calidad de vida; dependiendo menos también de los combustibles fósiles, que bien pueden ser reemplazados por energías limpias y renovables.

La consigna es, entonces, protegerse en estos días del ardiente destino que nos tocará, anhelando que el insistente consumo de aire no haga colapsar el sistema ni vernos sumidos en la incertidumbre sobre si nuestros electrodomésticos habrán de sucumbir, por las intermitencias en la corriente eléctrica.

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