Un fuerte combate se desató en Masaya (sureste), símbolo del levantamiento popular contra Ortega, después de que el mandatario nicaragüense diese un discurso con el que concluyó el festejo sandinista del “repliegue”.
El uso de armamento pesado por parte de la Policía antimotines fue constatado por Efe durante el enfrentamiento.
El combate tuvo como epicentro el Parque Central de Masaya, donde desemboca el barrio indígena de Monimbó, todavía lleno de barricadas y el último gran bastión de los manifestantes que se han levantado contra Ortega para exigir su renuncia.
Todo comenzó cuando Ortega concluía su discurso en una comisaría de Policía, rodeado de un fuerte operativo de seguridad compuesto por las denominadas “fuerzas combinadas”, que integran policías, parapolicías, antimotines y paramilitares.
En esta ocasión, el presidente también contaba con un círculo de seguridad compuesto por miembros de la Juventud Sandinista, vestidos de negro, identificados con sus logos y armados con pistolas.
Cuando Ortega pronunciaba sus últimas palabras, sonó un disparo que desató la tensión en la caravana oficialista, compuesta por miles de simpatizantes.
La imagen contrastó con la que registraron las cámaras de los medios oficiales a la llegada del mandatario, que conducía sonriente acompañado por su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo.
Inmediatamente los policías buscaron cómo cobijarse de las balas para escoltar a Ortega, mientras otro grupo se dirigía al Parque Central.
Al otro lado, los opositores se habían atrincherado tras los “tranques”, como denominan a sus barricadas.
Allí uno de sus líderes de las revueltas populares, quien prefirió ocultar su identidad, explicó a Efe que “la rendición no se contempla” en su vocabulario.
“Ser sandinista es estar contra la tiranía, por eso Ortega es somocista aunque se envuelva en la bandera del sandinismo”, agregó otro manifestante en referencia al dictador Anastasio Somoza, al que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrotó en 1979.
El ataque armado de las fuerzas de seguridad y parapoliciales fue simultáneo en otro punto: la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), donde se encontraba atrincherado un grupo de universitarios desde mayo pasado para protestar contra Ortega.
Ese ataque dejó al menos cinco estudiantes heridos que en un primer momento fueron atendidos en la parroquia Divina Misericordia, cerca del recinto de la UNAN-Managua, en el sur de la ciudad, donde evacuaron a cientos de estudiantes.
Los estudiantes explicaron que fueron atacados por sorpresa con armas de guerra por las “fuerzas combinadas” mientras Ortega terminaba su discurso.
“Los estudiantes de la UNAN #Nicaragua habían abierto una discusión días atrás para una desocupación espontánea y pacífica. La respuesta que reciben: un ataque inadmisible. Se debe cesar fuego y permitir la entrada de la Comisión de Verificación y Seguridad”, escribió el secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Paulo Abrao, en Twitter.
El Gobierno había advertido con anterioridad de que las clases deberían ser restablecidas en la UNAN-Managua.
Los estudiantes, que fueron expulsados de la universidad, utilizaban el campus como refugio de jóvenes manifestantes que temían represalias de las autoridades por protestar contra Ortega.
Tras ser desalojados a la fuerza, ese grupo de estudiantes se refugió en la casa cural de la parroquia Divina Misericordia de Managua, junto a cuatro periodistas, donde permanecían asediados por un grupo de parapolicías y paramilitares, que no les dejan salir.
Las autoridades autorizaron la salida del periodista Joshua Partlow, de The Washington Post, quien se encontraba encerrado junto a otros tres periodistas, uno de ellos corresponsal de la BBC Ismael López, quien desmintió su liberación, como había dicho la Cruz Roja.
Junto a López permanecen encerrados en esa parroquia dos informadores de medios nicaragüenses: José Noel Marenco, de 100 % Noticias, y Sergio Marín, de La Mesa Redonda.
Además del periodista de The Washington Post, las autoridades permitieron la salida de “los heridos de la #UNANManagua”, dijo, por su parte, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, en Twitter.
“Eso negociaron religiosos con los paramilitares”, agregó.
Nicaragua vive su crisis sociopolítica más sangrienta desde la década de 1980, con Ortega también como presidente, que se ha cobrado al menos 351 vidas, según organismos humanitarios.