Al menos 1.000 personas murieron y 1.500 resultaron heridas en un terremoto de magnitud 5,9 que golpeó una aislada zona fronteriza del este de Afganistán este miércoles, según las autoridades, que temen que el balance de víctimas siga aumentando.
“La gente excava y excava tumbas”, dijo el responsable de Información y Cultura de la provincia de Paktika, Mohammad Amin Huzaifa, en un mensaje a la prensa.
En su provincia, la más afectada junto a la de Khost, el balance “llegó a 1.000 muertos y las cifras aumentan”, dijo. A los fallecidos se suman al menos 1.500 heridos en Paktika.
“Está lloviendo y las casas están destruidas. No hay lugar donde refugiarse ni comida. Hay gente aún atrapada entre los escombros (...) Necesitamos ayuda de inmediato”, manifestó.
El sismo de magnitud 5,9 se produjo en una zona remota del este, cerca de la frontera con Pakistán, donde la población ya vive en condiciones muy precarias.
El terremoto se produjo a 10 kilómetros de profundidad, hacia las 01:30, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), que agregó que un segundo temblor de magnitud 4,5 sacudió casi el mismo lugar.
Según Yaqub Manzor, un responsable tribal de Paktika, muchos heridos proceden del distrito de Giyan, en la provincia, y fueron transportados en ambulancias y helicópteros.
En las redes sociales se ven fotos de casas derrumbadas en las calles de un pueblo, en esta región rural pobre y remota. Y en un video se puede ver a habitantes transportando heridos a un helicóptero.
Ayuda internacional
“Fue una situación horrible”, dijo Arup Khan, de 22 años, que se recupera en un hospital de la capital provincial de Paktika, Sharan. “Había gritos por todas partes. Los niños y mi familia estaban bajo el barro”, agregó.
Los servicios de rescate del país, limitados desde hace tiempo en efectivos y capacidad, no están adaptados para enfrentarse a catástrofes naturales de esta envergadura.
“El gobierno hace lo máximo dentro de sus capacidades”, tuiteó Anas Haqqani, otro alto responsable talibán. “Esperamos que la comunidad internacional y las organizaciones humanitarias ayudarán también a la gente en esta situación terrible”, agregó.
El terremoto se sintió en varias provincias de la región, y también en la capital, Kabul, situada a unos 200 kilómetros al norte del epicentro del sismo. También se percibió en el vecino Pakistán, donde murió una persona y varias viviendas quedaron dañadas.
El primer ministro paquistaní, Shehbaz Sharif, dijo estar “profundamente entristecido” por esta tragedia y aseguró que las autoridades del país trabajaban para apoyar a sus homólogos afganos.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, aseguró que el organismo estaba “totalmente movilizado” para ayudar, a través del despliegue de equipos de primeros auxilios y el envío de medicamentos y comida.
“Dadas las fuertes lluvias y el clima inusualmente frío, el refugio de emergencia es una prioridad inmediata”, dijo la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
Por su parte, el enviado para Afganistán de la UE, Tomas Niklasson, afirmó que el bloque “está dispuesto a coordinar y suministrar ayuda de urgencia”.
Estados Unidos dijo estar “profundamente entristecido” y está considerando sus “opciones de respuesta”.
Desde Roma, el papa Francisco expresó su solidaridad con las víctimas del sismo y dijo esperar que “con la ayuda de todos, se pueda aliviar el sufrimiento del querido pueblo afgano”.
Sismos frecuentes
Afganistán sufre con frecuencia terremotos, sobre todo en el macizo de Hindu Kush, a caballo entre Afganistán y Pakistán, que se encuentra en la unión de las placas tectónicas euroasiática e india.
Estas catástrofes pueden ser especialmente devastadoras debido a la escasa resistencia de las casas rurales afganas.
En octubre de 2015, un potente sismo de magnitud 7,5 sacudió las montañas de Hindu Kush y dejó al menos 380 muertos en los dos países.
Desde la llegada de los talibanas al poder en agosto, Afganistán atraviesa una grave crisis financiera y humanitaria, provocada por el bloqueo de millones de haberes en el extranjero y la suspensión de la ayuda internacional, que sustentaba al país desde hacía dos décadas y que ahora llega con cuentagotas.