Este país no deja de dar sorpresas cada día. A las habituales barbaridades de la clase politiquera, más aún en este último año y medio, se suman algunas puntuales.
Una de ellas ocurrió la semana pasada y tuvo su repercusión pública el fin de semana, lo que generó repudio de una parte de la sociedad. El Despacho de la Primera Dama (PDM), junto a la Asociación Microcentro Histórico de Asunción (AMCHA) y auspiciantes privados, organizó el evento que fue denominado Plaza Navidad.
Dicha actividad consistió en una especie de feria navideña y fue realizada en la Plaza de los Desaparecidos. Para quienes no la conozcan , este espacio está ubicado en la pequeña Manzana entre las calles Paraguayo Independiente, Montevideo y Ayolas.
La indignación no tuvo que ver con dudoso gusto estético del evento. Tuvo como disparador el hecho de que en el flyer que fue difundido públicamente, denominaron al espacio público como “la plaza al costado del Palacio de López”.
Si alguien no sabía que dicha plaza llevaba ese nombre, ahora ya lo sabe perfectamente. La reacción ciudadana les dejó bien en claro el nombre para que no se les olvide otro día.
Desde el DPM intentaron justificar el desliz, al señalar que la denominación temporal que le dieron al lugar fue y seguirá siendo respetada, que el espacio público había sido revitalizado con trabajos de jardinería y pintura, que invitaban la ciudadanía a cuidarlo bla, bla, bla.
Sin embargo, en ninguna de sus posteriores reculadas llamaron al sitio como debe ser conocido. Tampoco explicaron el porqué le cambiaron el nombre y mucho menos recordaron a quiénes homenajea la denominación y bajo qué régimen fueron cometidos los crímenes de lesa humanidad.
Podríamos decir, dándole el beneficio de la duda, que la omisión fue un error desde el área de Comunicación. No obstante, llama la atención que el montón de personas que deben revisar los materiales que se publican no se hayan fijado en ese detalle tan importante.
Solo se excusaron cuando ya habían terminado los dos días del evento y apareció el reclamo por el cambio de nombre.
A propósito o no, este no es un hecho puntual en lo que concierne al intento de borrar o ningunear la memoria histórica del pasado más reciente del país.
En enero de este año un ignoto sujeto había solicitado a la Junta Municipal de Asunción el cambio de nombre de la plaza Carmen de Lara Castro. Al ver que su iniciativa no tendría eco favorable, también reculó cuatro días después.
El ninguneo temporal del nombre de la Plaza de los Desaparecidos y el intento de cambio de nombre de la de Carmen de Lara Castro son solo unas muestras de querer seguir negando los tiempos de la dictadura stronista y su legado.
Hace unos años un director de una clínica periférica de IPS repuso una placa que había sido retirada en la que figuraba el nombre del infame autócrata que tuvo esta tierra guaraní. En el interior persisten no solo placas. También nombres de calles y hasta localidades que hacen referencia al stronismo.
Ni qué decir del partido de gobierno que orgullosamente sigue manteniendo a Stroessner como presidente honorario.
Entierro de un (otro) monumento es el nombre de la escultura que está en la Plaza de los Desaparecidos. Muestra un rostro y unas manos que intentan emerger entre dos bloques de hormigón y cabos metálicos.
La obra realizada por el artista Carlos Colombino, hecha con restos de la escultura bajada del Cerro Lambaré, es una metáfora perfecta de los tiempos actuales en el país.
La nostalgia infame y el autoritarismo nuevo tratan de resucitar la putrefacta adulonería. Quieren dejar el olvido del pasado como un regalo en estas fechas. Pero la memoria sigue presente y resiste, aunque le pese a los sicarios del holding e infelices trolls paquidérmicos.