14 nov. 2024

Albergues ya están saturados y crece angustia de los nuevos damnificados

Solo en Asunción, son más de 12.800 familias desplazadas por el agua. Refugios transitorios están colapsados y presagian mayor ocupación de veredas. Con ascenso de 4 cm, río llega a 7,34 metros.

La temperatura marca 20ºC. La lluvia cae, a las 9.30, con intensidad en el Bañado Tacumbú. Doña Juana Giménez (66) observa con angustia, desde la ventana con reja oscura, cómo el arroyo Mburicá se desborda en 24 Proyectada y Juan León Mallorquín. Avanza frente a su vivienda que da hacia la calle y está a centímetros de ingresar a su patio. El caudal se mezcla con la cloaca y todo tipo de desechos sólidos. No solo la imagen es perturbadora, el olor que se percibe también lo es.

“No todos los años nos afecta la crecida. Pero esta vez, si la lluvia continúa, tendremos que mudarnos”, expresa la mujer y se quiebra en llanto. Doña Juana no tiene muchas expectativas de conseguir ayuda de las autoridades para obtener los materiales como terciada y chapa para un refugio temporal.

El albergue del cuartel militar en Tacumbú, cercano a su vivienda, ya se encuentra repleto con la ocupación de cerca de 2.000 familias. Ante la falta de suficientes refugios, varios de los vecinos de doña Juana empiezan a montar sus provisorias casas en la zona alta, a la vera del contaminado cauce hídrico. La mujer los observa desde lejos y reflexiona que pronto deberá hacer lo mismo.

Una gran cantidad de familias se encuentra bajo esta misma situación. Tanto de dicho punto como otras áreas ribereñas de Asunción y zona metropolitana y del Sur del país. Todos los días, a medida que la lluvia persiste y el río avanza, la cantidad de familias desplazadas aumenta.

Ante el colapso de albergues en capital, sobre todo aquellos lugares cerrados, la Comuna se encuentra negociando con clubes privados para que puedan ceder los predios para refugios transitorios, señala el director del Área Social de la Municipalidad de Asunción, Iván Allende.

Ante la crisis humanitaria afirma que irremediablemente aumentará la ocupación de los espacios públicos, como plazas y paseos centrales de la ciudad.

Permanente. “Aquí estamos seguros del agua, por lo menos. No así de la delincuencia”, expresa María Angélica Cuevas (66), quien cuenta que vive de manera permanente hace cerca de tres años en el refugio de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), pegado al cuartel militar.

La mujer forma parte de las 136 familias provenientes del barrio Nuestra Señora de la Asunción, desplazadas por el agua. Habitan en el sitio mientras aguardan que pueda concluirse el proyecto de vivienda social en la zona.

“Es mucho más conveniente estar aquí que vivir en la mudanza constante. La última vez que volvimos a nuestras casas, fue solo un mes. Con cada mudanza las pertenencias se estropean”, lamenta, mientras arregla sus pintorescas plantas que actúan para ella como bálsamo ante las tempestades que le toca sortear desde hace cuatro décadas.

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El arroyo Mburicá se desborda y avanza con cloaca y basura hacia mi casa, de donde seguro tendré que salir. Juana Giménez, zona de Tacumbú.