Si enferma debe presentar un certificado médico para que no le descuenten el magro salario y con frecuencia si no es demasiado grave igual va a laburar estando enfermo. Esa es la realidad de los que tienen la suerte de ser empleados formales; la realidad de los informales es mucho peor.
La clase política sin embargo desconoce esta realidad, porque vive en una burbuja de privilegios.
La semana pasada, por ejemplo, la Cámara de Diputados dejó sin cuórum la sesión ordinaria del miércoles sin tratar ningún proyecto. Según reportaban los periodistas acreditados en el Parlamento, después del mediodía, más de la mitad de los parlamentarios dejaron sus curules.
Aquel día, un total de 12 proyectos de ley debían ser analizados, pero ninguno de ellos pudo ser tratado. Uno era proyecto de ley era el de “de incentivos y promoción del transporte eléctrico en el Paraguay”, que cuenta con media sanción de la Cámara de Senadores. Claro, qué les importa a ellos si ninguno sabe lo que es esperar a que venga ómnibus, parado bajo la lluvia o el frío en un ambiente cercado de motochorros.
Otro proyecto que dejaron de tratar es el proyecto de ley “que define, previene y sanciona el conflicto de intereses y amplía la Ley N° 5295/2014, que prohíbe el nepotismo en la función pública”. Y que conste que de eso saben bastante, si los organismos del Estado están llenos de sus parientes, amiguetes y correligionarios.
Es vergonzosa la actitud de los diputados de declarar so’o nomás la sesión cuando el tema no les gusta, pero muestra más que indiferencia por los temas que son del interés general, preocupación porque les toquen sus intereses particulares y partidarios. No tienen compromiso con sus electores, con la ciudadanía ni con el país que les mantiene a ellos con sus impuestos. La Cámara Baja no en balde se ha ganado hace tiempo ya la denominación de Cámara de la Vergüenza, y con justa razón.
Si en tiempos de la pandemia del Covid, cuando debían sesionar desde sus casas incluso se atrevían a faltar a las sesiones, mientras miles de ciudadanos que hacían home office incluso trabajaban más horas. Esto sin mencionar el sacrificio que realizaron los miles que igual trabajaron presencialmente en los peores tiempos de la pandemia, arriesgando su salud y sus vidas.
Una vez a la semana nomás deben acudir a reunirse y aprobar los proyectos, pero estos inútiles ni siquiera son capaces de trabajar en serio por lo menos una vez a la semana. El jueguito ese de dejar nomás sin cuórum la sesión lo hacen todo el tiempo. Y los que niegan que los parlamentarios gozan de privilegios deben saber que perciben un salario de G. 32.000.000, de cupos de combustible, dos meses de vacaciones pagas, y encima de todo, muchos no asisten a las sesiones, llegan tarde o se largan según les conviene.
Como es sabido, se han dispuesto sanciones: Por faltar sin justificación de forma reiterada es de 600.000 guaraníes, y por llegada tardía o retirarse sin permiso es de 300.000, solo que hasta el momento las mismas no se han cumplido. Las multas son un chiste para gente que gana mucho, que gana mucho más que los millones de sus dietas y ayudas extras para combustible, secretarías y asesores. Por eso hay un grupo de diputados que anduvo trabajando en un proyecto de modificación del reglamento interno para igualar el despido con justa causa de un trabajador, conforme al Código Laboral, con el de un diputado. Ellos plantean que el diputado que se ausente tres veces seguidas, o cinco de forma alternada en el año pueda ser destituido.
Es una buena idea, el problema es que si llegara al plenario de la Cámara, a la hora de votar seguro que no habrá cuórum.