El estrés térmico ocurre cuando los sistemas naturales de enfriamiento del cuerpo se ven superados, lo que provoca mareos, dolores de cabeza, luego insuficiencia orgánica y muerte.
Se desencadena por la exposición prolongada al calor y otros factores ambientales que, juntos, abruman la capacidad interna del cuerpo humano para regular la temperatura.
“El calor es un asesino silencioso, porque los síntomas no son evidentes. Y cuando estas condiciones subyacentes están presentes, las consecuencias pueden ser muy malas e incluso catastróficas”, explicó Alejandro Sáez Reale de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
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Los bebés, los ancianos, las personas con problemas de salud y los trabajadores al aire libre son particularmente vulnerables.
Los habitantes de las ciudades, rodeados de cemento, ladrillo y otras superficies que absorben calor, también enfrentan un riesgo elevado.
La OMM estima que el calor mata a alrededor de medio millón de personas al año, aunque el verdadero número se desconoce y podría ser 30 veces mayor que el registrado actualmente, según la organización.
A medida que el cambio climático hace que las olas de calor sean más largas, más intensas y más frecuentes, las personas en todo el planeta estarán cada vez más expuestas a condiciones que ponen a prueba los límites de la resistencia humana.
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La temperatura es el dato meteorológico más utilizado y fácilmente entendido, pero los “máximos históricos” que llaman la atención no cuentan completamente cómo el calor puede afectar al cuerpo humano.
Por ejemplo, la misma temperatura puede sentirse de forma muy diferente en un lugar en comparación con otro: 35º C en un desierto no es lo mismo que en un jungla.
Para construir una imagen más completa, los científicos consideran una serie de factores que incluyen la temperatura, pero también la humedad, la velocidad del viento, la ropa, la luz solar directa e incluso la cantidad de cemento o vegetación en el área.
Fuente: AFP.