El ulular de las sirenas y la convicción que tenga en recoger a los cartistas enojados y los de otras carpas que sufren la peor de las llanuras: La de estar en el poder, pero no mandar, constituyen una epopeya. No tan grande como el país en general que en las últimas elecciones solo con un 42% de electores puso a Peña en el poder. El resto sobrevive incluso a las estadísticas del BCP que dice que la inflación es baja y que la carne nunca subió a pesar del 30% real. Son millones los que están en la llanura y no disponen de ambulancia. Para ellos está ese parque de vehículos abandonados que ni la propia ministra de salud sabía de su existencia. Los centros asistenciales no están para ellos ni para los contusos colorados. No pueden alcanzar los privilegios ni servir a su tropa hambrienta que no logra acceder a lo que los cartistas les restriegan en sus narices. Puede que la bronca sea solo un ejercicio de preparación para los comicios municipales, tal vez no pasen de algunos nombramientos de ocasión o tajadas del poder corrupto que tienen 2 mil millones de dólares a repartir anualmente. Eso solo lo sabremos con el transcurrir del tiempo.
Hay de los otros que creen que esta persecución entre colorados le hace bien a la democracia porque incomoda a los que detentan el poder en un Congreso que si hubiera sido coherente con el mandato popular no exhibiría de forma impúdica su mayoría conseguida. Tal vez sepan que los abdistas solo sirvieron para la primera parte y por eso compraron 4 liberales, un par de advenedizos de derecha y 4 payistas. Con ellos, sin embargo, apenas alcanzan. Se han llevado a otros por alguna cuestión de corrupción que requería protección de la mayoría y que eran referentes del abdismo. Con todo, la mayoría en ese caso es muy ajustada y habría que conceder siempre a sus demandas y caprichos. Veremos si los colorados disidentes como Afara, Samaniego o Salomón logran articular con lo que queda de la oposición fragmentada un bloque que defienda la democracia ante el acoso y las embestidas autoritarias de una mayoría coyuntural. No les queda tampoco margen a los marginados circunstanciales que desarrollar esta jugada si pretenden tener proyección en el futuro colorado.
La ambulancia forzará a un rol más activo al gabinete del quincho y una posición más secundaria al que se disfraza de presidente. Este tendrá que viajar más a menudo porque lo suyo no es administrar esas querellas para las que no está preparado ni pretende estarlo. A su vuelta mirará atribulado el portazo a la DEA y la detención de un senador argentino que tiene todas las aristas de haber sido un pase de factura. Una mexicanada pero en Paraguay.
No hay mucho espacio en la ambulancia, pero la conductora dice tener oficio en la tarea. Hay muchos baches en el camino, poco combustible, escasos enfermeros y no abundan ni medicina ni médicos. Es una tarea ciclópea para una Samaniego si fuera verdadero su enojo y su aventura opositora. Veremos, dijo el ciego.