La jirafa es uno de los 500 animales que alberga el zoológico Joya Grande, que se ha mantenido a flote pese a que desde marzo mantiene cerradas sus puertas a la entrada de visitantes.
“No hemos tenido problema de alimentación ni de medicamentos con ellos (los animales), gracias a la colaboración de empresas y personas particulares”, dijo a la AFP la veterinaria María Díaz, directora del zoológico Joya Grande en Santa Cruz de Yojoa, 150 km al norte de Tegucigalpa.
El ecoparque Joya Grande fue incautado por el Gobierno en 2013 al cartel narcotraficante Los Cachiros, cuando sus integrantes se entregaron a la Justicia de Estados Unidos.
Los narcotraficantes hondureños siguieron la tradición del colombiano Pablo Escobar, quien a finales de los setenta abrió la Hacienda Nápoles, un espacio que convirtió en un refugio de animales exóticos en las selvas de su país.
Las jaulas con barrotes de hierro y alambre y los establos se abren paso entre jardines en Joya Grande. El zoo se extiende por una explanada de 12 hectáreas de pastizales y una laguna, situada entre 220 hectáreas de colinas con una variedad de 184 plantas.
Tras quedarse con el parque, el Gobierno hondureño le cedió la concesión a Díaz por USD 7.400 mensuales. Ella constituyó la empresa Arca de Noé, que actualmente tiene 500 ejemplares de 51 especies de animales.
El parque se financia con el dinero que gana en taquilla, en el restaurante Madagascar, cafeterías, piscinas, paseos en lancha, senderos y en las cabañas de albergue.
Pero Arca de Noé se quedó sin ingresos cuando el Gobierno impuso un toque de queda a partir del 16 de marzo para contener la epidemia de Covid-19.
Díaz reconoció que ahora tiene sin salario a los 20 empleados que mantiene. Antes de la pandemia tenía 43 trabajadores.
“Tenemos muchas dificultades por el pago. Estamos aquí porque queremos apoyar al zoológico, apoyar a la doctora Díaz”, dice Jimmy Hernández, de 37 años, jefe de mantenimiento de las instalaciones.
Alimento para todos
La jirafa macho Big boy, de cinco metros de altura, no tiene problemas de alimentación porque Guisa, un cuidador de 22 años, corta el pasto en la cima de una pequeña colina, reverdecida por las lluvias, con el que alimenta al imponente rumiante.
Tampoco tienen problemas los hipopótamos Bumbury, David, Bomboncita y Marina; las ocho cebras, cuatro camellos, 10 tapires, antílopes, venados, llamas y otros que se alimentan de pasto y concentrado.
Sin embargo, animales como los leones africanos Simba, Mufasa, Rocky, Muñe y los tigres de bengala Rambo, Nathasha, Cata y Lala demandan una gran cantidad de carne cada día.
“Una empresa nos donó muchas frutas, manzanas, peras, cosas que tal vez no habían comido antes los animales”, dijo la veterinaria. También recibieron donaciones de alimentos concentrados y carne de pollo y res.
Díaz anunció preparativos para la reapertura del parque ante las informaciones de una suspensión del toque de queda para reabrir la economía a partir del 8 de junio, pese a que Honduras registra un aumento de los contagios con más de 5.000 casos y más de 200 fallecidos por el coronavirus.
“Estamos preparándonos desde ya para la reapertura. Tenemos un plan de bioseguridad que ya estamos implementando desde el momento en que los empleados usan su mascarilla y se les toma su temperatura en la mañana”, indicó Díaz.
La directora recordó además que el parque es un campo abierto donde normalmente entra un promedio de 300 personas al día, con espacio suficiente para mantener el distanciamiento recomendado para prevenir el contagio.