- Édgar Emilio Servín
- @ServinCoronel
A inicios del presente año conversé con un alto exponente del Gobierno. Ante su pregunta de cómo veía al año que se iniciaba mi respuesta fue la siguiente: “Será un año terrible, quizás hasta muy violento”. Esa es la ventaja que tenemos los analistas de la información, resumir —en una frase— una problemática en particular.
El agotamiento de las narrativas ideológicas clásicas sobre el republicanismo, el liberalismo y el marxismo popular que dieron lugar al nacimiento de las políticas públicas como ciencia aplicada al servicio del gobernante, me han llevado a poner la mirada en el trabajo concreto de los entes gubernamentales y su relacionamiento con la sociedad. Y este análisis hoy es indispensable si pretendemos actuar con honestidad intelectual y con responsabilidad política.
Si enumeramos las dificultades que enfrenta la sociedad paraguaya para que esta sea una comunidad más homogénea y equitativa para resolver el eterno problema de la inequidad, apuntemos resumidamente a tres indicadores que caracterizan a aquellas: primero, hemos construido como nación una élite política y estatal criolla, sin mayor involucramiento con la ciudadanía. Es una rémora de las instituciones coloniales, con una integración reducida con la población. Algunos estudiosos lo denominan el cronicapitalismo. En segundo lugar, el Estado paraguayo ha sido incapaz de penetrar y ocupar diversos espacios sociales y comunitarios a lo largo de su territorio.

Citemos como ejemplo las últimas manifestaciones, cortes de rutas y los conatos de violencia que los vivimos casi a diario y que así lo demuestran. Es que ese proceso de estatización aún tiene que enfrentar a numerosas resistencias constituidas en otros centros de poder. En resumidas cuentas, las estructuras estatales están sobreexpuestas o yuxtapuestas a espacios sociales y territorios comunitarios que escapan a su control y que no reconocen su existencia, en donde manda típicamente el más fuerte, ni la ley ni la razón tienen mucha cabida. La tercera dificultad son aquellos clústeres de negocios con manejo de información privilegiada y, sobre quienes ya me referí en mi artículo anterior.
Aquellas dos primeras dificultades señaladas obligan a las autoridades gubernamentales a sentarse a una mesa de negociaciones como primus inter pares. Por ello, el Estado parece débil institucionalmente y se ve obligado a ser más reflexivo y generoso con estos grupos de presión. Fácticamente cada cinco años votamos un proyecto político que a la larga se ve forzado a compartir el poder.
Fíjese, por ejemplo, que en toda la transición democrática, ningún gobierno fue capaz de garantizar por imperio del uso monopólico de la fuerza la propiedad privada ni el tránsito de las personas ni la libre circulación de los bienes y servicios a lo largo de las rutas de todo el país y cuando intentó desbaratar huelgas y piquetes por ese medio, aquello terminó en tragedia o en un baño de sangre. Todos estos hechos imponen una conclusión, guardando las distancias culturales: América Latina, en general, y Paraguay, en particular, van adquiriendo algunas características y similitudes propias de países del Extremo Oriente, incluso en algunas regiones con grados de violencia parecidos.
Es que quizás estemos ante la presencia de un nuevo periodo histórico posestatal, aún difícil de definir. Probablemente sea el inicio de un proceso bisagra entre el Estado de bienestar y otro que anticipa a un Estado con normas más descolonizadas. Solo el tiempo demostrará si estuvimos errados o no.
* Título inspirado en un discurso de la reina Isabel II del Reino Unido, de finales del año 1992, para indicar un año trágico o terrible.
Vamos adquiriendo características y similitudes propias de países del Extremo Oriente.