24 nov. 2024

Ante el conflicto global, convocar a la paz y reforzar la seguridad

La escalada en el conflicto entre Estados Unidos e Irán, tras el ataque que acabó con la vida del general iraní Qasem Soleimani y otros jefes militares en Bagdad, instaura una mayor crisis política con impacto a nivel global, de la cual el Paraguay no permanece ajeno, a pesar de la distancia del foco principal de enfrentamientos. Mientras a nivel diplomático el Paraguay debe sumarse a los llamados de paz, contribuyendo a que la situación no se agrave aun más, es también prudente reforzar la seguridad en zonas sensibles como la Triple Frontera, asumiendo el cuidado de no criminalizar indebidamente a las comunidades islámicas que desde hace mucho conviven en la región.

Un ataque con drones provocado por el Gobierno de Estados Unidos el pasado viernes 3 en Bagdad, Irak, que cobró la vida del general Qasem Soleimani, comandante de la fuerza de élite Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, y de otros jefes militares, ha elevado la tensión en Oriente Próximo y ha instalado un nuevo nivel de crisis política internacional, con repercusiones a nivel global. A pesar de la gran distancia geográfica del foco de conflicto, el Paraguay no se encuentra ajeno a las posibles consecuencias de una mayor escalada de violencia, que pueden tener efectos tanto en el plano bélico y político como económico y social.

La reunión del Consejo de Seguridad, que el presidente Mario Abdo Benítez convocó el lunes en Palacio de López para analizar la situación y emprender acciones, demuestra la preocupación que existe a nivel gubernamental sobre los posibles efectos de esta crisis en la región.

La clara alineación del actual Gobierno paraguayo a la línea política dictada por Washington convierte al Gobierno de nuestro país en un aliado reconocido del presidente Donald Trump y, por tanto, en un hipotético escenario de una eventual represalia de grupos extremistas islámicos en la región.

La existencia de una nutrida comunidad migrante árabe en la zona de la Triple Frontera, principalmente en Foz de Yguazú y Ciudad del Este, junto a la tesis siempre sostenida –aunque no suficientemente demostrada– por los informes anuales del Departamento de Estado de Estados Unidos y avalada por los servicios de inteligencia de Paraguay, Argentina y Brasil, de que podrían existir “células dormidas” vinculadas a organizaciones de lucha armada como Hamás y Hezbollah, e incluso de Al Qaeda y el Estado Islámico, a los que el Gobierno paraguayo ha declarado el año pasado como “terroristas internacionales” por medio de un decreto, siguiendo justamente los lineamientos de la política norteamericana, vuelve aún más sensible la necesidad de estar alertas y de manejar la situación con habilidad y prudencia.

Es necesario no caer en el juego de criminalizar indebidamente a las comunidades islámicas que desde hace mucho tiempo persisten en la región, y que en la mayoría de los casos han demostrado posturas a favor del trabajo, de la paz y de la convivencia armónica con otras culturas. Por otra parte, se hace necesario adoptar mayores medidas de seguridad, especialmente en una zona donde persisten las redes de corrupción política que establecen nexos con el crimen organizado, en donde las prácticas ilegales como el lavado de dinero, el contrabando, el tráfico de drogas y de armas pueden servir perfectamente para los fines de los grupos extremistas, como ya se ha podido comprobar en más de una ocasión.

A nivel del Gobierno hay que insistir en los esfuerzos diplomáticos en favor de la paz. Igualmente, desde la misma sociedad hay que movilizarse con mensajes claros en contra de la guerra, convocar a la cordura de los líderes mundiales. Como pocas veces en los últimos años, el mundo se encuentra ante la amenaza de una conflagración mayor. Más que nunca, como expresa la clásica canción de John Lennon, hay que darle nuevamente una oportunidad a la paz.

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