El Evangelio de San Lucas nos presenta a María, una muchacha de Nazaret, un pueblo minúsculo de Israel.
En esa muchacha de aquel pueblecito lejano, alejada de los focos del mundo, se posó la mirada del Señor, que la había elegido para ser la madre de su Hijo.
La historia de María es así la historia de un Dios que sorprende.
Y María se deja sorprender ante el anuncio del Ángel, no oculta su admiración. Es el asombro de ver que Dios quiere hacerse hombre, y que la ha elegido precisamente a Ella, para ser su madre. Una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias.
(…) Esta expresión, “llena de gracia”, tan familiar para el pueblo cristiano, es un saludo de gran profundidad, porque le recuerda la grandeza de su vocación: Ella ha sido elegida para ser la Madre de Dios y por ello ha sido preservada del pecado original en el instante mismo de su Concepción.
(…) De la misma manera que a María, Él nos ha elegido antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados.
Ella es la desde siempre y para siempre amada.
Y lo mismo se puede decir de cada cristiano: Desde siempre y para siempre amados.
Ese es su proyecto de amor para nosotros: Que en cada uno de nosotros nazca Cristo, para que todo se vea impregnado por Cristo, para que todo esté empapado de la divinidad.
La Virgen María está abierta a Dios, se fía de él, aunque no lo comprenda del todo: se deja sorprender.
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).
Esa es su respuesta. (...) Que cada día, con María, sea una Anunciación.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-anunciacion-del-senor-25-marzo/).