“Detuvimos a 12 criminales prendiendo fuego a autobuses y ya están en prisión por acciones terroristas. Inmediatamente serán conducidos a cárceles federales”, informó el gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, en una rueda de prensa.
Río vivió una tarde de caos después de que presuntos integrantes de una “milicia”, nombre con el que se conoce a las bandas formadas por policías y ex policías corruptos, incendiaran simultáneamente al menos 35 autobuses y un tren en diversos barrios de la turística capital fluminense.
Según la Policía Militar, el ataque fue una posible “represalia” a la muerte en un tiroteo con fuerzas de seguridad de Matheus da Silva Rezende, un importante jefe de una banda de milicianos y sobrino del principal líder de esas organizaciones en Río, Luis Antonio da Silva Braga, conocido como Zinho.
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Castro señaló que no darán “un solo paso atrás” hasta capturar a los tres grandes jefes del crimen organizado de la ciudad: los milicianos Zinho y Danilo Tandera, y el narcotraficante Wilton Carlos Rabello Quintanilha, alias Abelha.
“El combate será duro, 24 horas por día durante los siete días de la semana, pero el mal no vencerá al bien. No descasaremos hasta que los detengamos a ellos y a todos los que estén a su alrededor”, prometió.
Reconoció que el crimen respondió de forma “dura” al cerco policial al incendiar decenas de autobuses, lo que provocó la paralización de líneas del servicio municipal de transportes, el bloqueo de la Avenida Brasil, una de las principales arterias de la ciudad, y la suspensión de las clases en varios colegios.
Pero garantizó que continuarán luchando para “libertar a la población de las facciones y las milicias que intentan tomar el poder de Río”.
“El plano de contingencia (policial) sigue activo”, advirtió.
El gobernador informó también que llamó al ministro de Justicia, Flávio Dino, para establecer una “frontera firme entre la ley y el orden, y aquellos que quieren hacer estragos”.
Las milicias, que cobran “impuestos” a los habitantes de numerosas barriadas por servicios como el transporte, la compra de pipetas de gas o hasta el acceso a internet y a televisión por cable, se han convertido también en los distribuidores de drogas ilícitas en los barrios que controlan.
Los constantes tiroteos entre bandas rivales de narcotraficantes y entre estas y milicianos con la Policía han convertido a Río de Janeiro en una de las ciudades más violentas de Brasil.
Fuente: EFE