“Los clientes piden que les fraccionemos el kilo de azúcar o compran huevos por unidad. Te hace mal, la gente está necesitada, es como que le saca la dignidad, pero los precios son una locura”, cuenta Basso en su local “Chiche”, en Morón, un barrio de casas bajas y clase trabajadora de la periferia oeste de Buenos Aires.
En las estanterías, algunos productos tienen hasta cuatro etiquetas superpuestas que atestiguan la vertiginosa inflación. “Son días tremendos”, define Fernando Savore, esposo de Basso y vicepresidente de la Federación de Almaceneros de Buenos Aires. “Si bien desde la semana pasada veníamos cambiando precios, nos encontramos ahora que al reponer mercadería en mayoristas hubo incrementos de entre 25% y 30% promedio” respecto al viernes antes de la elección, detalló.
“El precio de los fideos es desconcertante. Aumentaron más de 50% y tampoco hay abastecimiento de aceite. Los productos de limpieza subieron 30%”, enumeró.
El gobierno saliente del peronista Alberto Fernández, que entregará el poder con una inflación que roza el 143% anual, renovó esta semana acuerdos de precios con los fabricantes; pero quizás sea la última vez.
El presidente electo Javier Milei, un ultraliberal antisistema que asumirá el 10 de diciembre, se opone a las regulaciones de precios del Estado.
La expectativa de que ya no habrá esta concertación “alienta las remarcaciones”, explicó a la AFP el economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política de Argentina. “La disparada de precios la vamos a ver de manera más marcada el mes que viene porque el mercado prevé una devaluación significativa cuando asuma Milei, y si esto sucede habrá más rebrote inflacionario”, vaticinó Letcher sin aventurar el impacto que esa situación podría tener en un país con 40% de pobreza.
Los aumentos de esta semana complicaron una situación que ya era delicada y que se siente en “Chiche”, un negocio familiar instalado en Morón desde hace 65 años.
“En Argentina el día 15 es fin de mes”, resume Savore. “Los primeros días el cliente paga en efectivo, después del 15 con tarjeta de crédito que antes servía para comprar un televisor o un calzado y ahora se usa para comprar la comida”, señaló.
Mario Amor, un cliente de 70 años, recorre los pasillos y mira los precios con detenimiento. “Me estoy llevando una sorpresa porque veo que aumentaron mucho, no me decido adónde comprar, estoy viendo quién tiene mejores precios, está difícil”, afirmó antes de irse con la bolsa vacía.