La “guerra contra la inflación” anunciada por el presidente de Argentina, Alberto Fernández, hace casi un mes, todavía no ha conseguido frenar la escalada de precios en el país suramericano, en donde cada vez es mayor el descontento político y social por este problema macroeconómico.
Según publicó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), los precios al consumidor en Argentina experimentaron en marzo pasado una subida interanual del 55,1%, 2,8 puntos porcentuales por encima de la variación notificada en febrero.
Asimismo, en el tercer mes del año los precios al consumidor crecieron el 6,7%, en comparación con febrero pasado, la tasa más alta de toda la serie histórica (enero del 2017 en adelante) y que encadena cinco meses de aceleración en el nivel de inflación.
El indicador tomó especial impulso este marzo por el inicio del curso escolar (23,6% de incremento mensual en el sector de educación), así como por el cambio de temporada de vestimenta (10,9%) y por el incremento de las tarifas de luz, gas y agua en la mayoría de las regiones (7,7%).
Respecto a los alimentos y bebidas no alcohólicas, estos moderaron su avance y anotaron una subida mensual del 5,7%, 1,8 puntos porcentuales menos que el mes anterior, aunque en los tres primeros meses del año acumulan una subida del 20,9%.
¿Una “guerra” perdida?
Durante las últimas semanas, el Gobierno argentino puso en marcha una batería de medidas para contener el alza imparable de los precios, el mayor problema macroeconómico al que se enfrenta el país tras la ratificación del acuerdo de refinanciación de deudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ese conjunto de iniciativas incluyó una retracción de los precios en los supermercados, un aumento de los subsidios alimentarios para las personas más vulnerables, la creación de un fideicomiso para estabilizar el precio del trigo y la apertura de la negociación de convenios salariales entre los sindicatos y las patronales.
Unas medidas que se suman a las ya acordadas en el programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI): reducción del déficit fiscal, restricción de la emisión monetaria y fortalecimiento de las reservas del Banco Central (BCRA), acciones que contribuirían a frenar la abultada inflación desde el “frente” macroeconómico.
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El ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, explicó el pasado lunes que este preocupante aumento de los precios obedece a dos factores: uno externo, motivado por la invasión rusa a Ucrania, y otro interno, que está condicionado por las “expectativas” inflacionarias.
“Hoy la principal ocupación desde la política económica es el problema de la inflación y asegurar que haya una recuperación de los ingresos reales, y en ese sentido es donde es muy importante dar certezas en lugar de generar incertidumbres”, aseveró Guzmán en una entrevista al canal noticioso C5N.
Necesidad de consensos
Durante su intervención televisiva, el titular de Economía insistió en la necesidad de generar consenso político en torno a la política económica, en momentos de fuertes disensiones en el seno del oficialismo, cuya división quedó de manifiesto tras la aprobación del acuerdo con el FMI.
“La inflación se ataca con política macroeconómica y aquí se necesitan dos cuestiones: por un lado, programa económico, eso hoy ya existe, y por otro lado, apoyo político, porque la economía no funciona en un vacío, sino en un contexto de relaciones de poder. Si la política está desordenada, es mucho más difícil lograr cualquier cosa”, afirmó.
En ese sentido, Guzmán señaló que su permanencia en el gabinete es “casi una obviedad” y pidió que todos los miembros del Gobierno respeten el “rumbo” de la actual política económica, sin acciones que “generen ruidos”.
“Hace falta un apoyo político claro, en lugar de llevar adelante acciones que generan incertidumbre. Cuando hay incertidumbre, quienes toman decisiones no saben muy bien cuál es el rumbo, y ahí es donde se agravan los problemas y eso le pega a la inflación”, sostuvo el ministro.
Horizonte preocupante
En cualquier caso, el horizonte próximo no es muy esperanzador: los analistas consultados por el BCRA elevaron su pronóstico de inflación minorista hasta 59,2% para este año, mientras que en 2023 llegaría a 47,5%, según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM).
Unas cifras que están muy lejos de lo acordado con el FMI, que fijó rangos de inflación del 38-48% para 2022 y del 34-42% para el año siguiente.
Esta presión sobre los precios terminó por elevar el descontento en las calles, con un número creciente de manifestaciones en Buenos Aires y en otras ciudades de Argentina, en donde miles de personas reclaman una ampliación de los programas de ayudas sociales.