Según informó el Banco Central de Argentina (BCRA) en un comunicado, el billete será distribuido progresivamente a través de la red de sucursales bancarias a todo el país.
“Mientras avanza el proceso de digitalización de los pagos, este billete de mayor denominación permitirá mejorar el funcionamiento de los cajeros automáticos y, al mismo tiempo, optimizar el traslado del efectivo”, explicó el BCRA.
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Este billete se distingue por presentar en el anverso los retratos de los doctores Cecilia Grierson y Ramón Carrillo, precursores en el desarrollo de la medicina argentina, y en el reverso el Instituto Nacional de Microbiología Dr. Carlos G. Malbrán, en homenaje a la ciencia y a la salud pública en el país.
Entre las medidas de seguridad del nuevo billete –diseñado en colaboración con la Casa de Moneda Argentina–, se destacó la marca de agua que reproduce las imágenes de Carrillo y Grierson y la tinta de variabilidad óptica que cambia de color, también presenta microimpresiones, imagen latente, motivo de complementación frente-dorso y tintas magnéticas, infrarrojas y luminiscentes.
Desde noviembre de 2017, cuando aún gobernaba Mauricio Macri (2015-2019), el billete de mayor denominación era el de 1.000 pesos, que en ese momento, aún sin ningún tipo de restricciones a la compra de divisa estadounidense, equivalían a poco más de 57 dólares.
Pero actualmente ese billete solo representa 4,1 dólares/3,7 euros al cambio oficial y 2 dólares en el paralelo.
Los vaivenes cambiarios y la emisión monetaria para financiar al fisco hacen que cada año Argentina suba un escalón en el nivel de inflación: en 2017, el índice de precios al consumidor fue del 24,8%; en 2018 del 47,6%; en 2019 del 53,8%; en 2020 del 36,1%; en 2021 del 50,9% y en 2022 del 94,8%.
La moneda de curso legal argentina comenzó a circular el 1 de enero de 1992 como “peso convertible”, tras la ley que, durante el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999) fijó la paridad con el dólar, como parte de las medidas impulsadas para poner fin a la hiperinflación de 1989-1990.
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La equivalencia ‘1 peso, 1 dólar’ rigió hasta 2002, cuando la grave crisis del ‘corralito’ que explotó el año anterior obligó a poner fin a esa convertibilidad. Desde entonces, las recurrentes crisis han devaluado sin parar la moneda argentina.
Ya durante el mandato de Macri, la depreciación del peso obligó al Banco Central a incorporar billetes más altos que los de 100 pesos, que durante años fueron los de más alto valor.