29 mar. 2025
Arnaldo Alegre

Arnaldo Alegre

Por Arnaldo Alegre
Presidente, si algo hay que reconocer al asesino ese que era jefe de tu papá –y que según las malas lenguas admirás secretamente– es que tenía un mensaje. Era, obviamente, un mensaje mentiroso, lo que no le impedía ser efectivo. Pero lo tuyo, presidente –y disculpá la franqueza–, es muy insípido.
Pese a que pasaron los días santos, el tatacuá vernáculo siguió trabajando a full en la semana que acaba de despedirse. Varias cocina das se concretaron y la mesa está servida con consecuencias aún insospechadas.
Disculpen que insista. Pero sus enemigos, ex profeso pretenden que la fecha pase desapercibida. Por eso los amantes de la libertad deben salir a festejar.
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Históricamente, en un Estado social de derecho, el poder del pueblo llano residió en la Cámara de Diputados. Desde la génesis del sistema político occidental el Senado fue el órgano de las clases dominantes. El Parlamento es la instancia por excelencia del debate político, desde el propio origen del término que refiere a parlar; es decir, hablar, discutir, debatir.
Fue la última guerra del siglo XIX y la primera del siglo XX. Opacada por la que luego se llamó la Segunda Guerra Mundial, la otrora Gran Guerra dejó un legado político, social y económico. Hoy se recuerdan los 100 años de la rendición de Alemania, lo que significó la finalización de esta contienda global.
Arnaldo Alegre
Ya pasó lo de la imaginación al poder, la gran patria latinoamericana, la democracia es el poder del pueblo, hasta la victoria siempre y el fin de la historia. Ahora los loquitos están de moda, y que Dios nos encuentro confesados porque se reproducen como hongos. Sin pecar de exagerado, uno se pregunta ante estas circunstancia si este camino sinuoso es parte de un proceso de renacimiento de la política honesta y útil o el inicio de una hecatombe sin un final claro.
La historia se repite dos veces, escribió Hegel, atribuyendo la idea a Marx, primero como tragedia y después como farsa. En los tiempos digitales esa certeza adquiere un novedoso ribete, pues las tragedias, sobre todo las morales, se convierten en memes para evidenciar la farsa.
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