En una rueda de prensa en Lima, la directora de la Zona Arqueológica de Caral, Ruth Shady Solís, explicó que hasta la fecha no se ha encontrado “ninguna ciudad amurallada ni tampoco armas” en el valle del río Supe, unos 130 kilómetros al norte de Lima, que albergó la primera civilización de América entre los años 3.000 y 1.800 a.C.
La atmósfera pacífica que rodeó a esta civilización propició, según indicó Shady, “una relación intercultural con pueblos de (los actuales) Ecuador, Bolivia o Chile, pero siempre con misiones de paz”.
La arqueóloga, quien descubrió y nombró esta civilización, destacó que hay mucho que aprender de la visión “del vivir bien” que tuvo la cultura Caral respecto a sus vecinos y la naturaleza que la rodeaba.
“Fue una sociedad que ha sabido vivir en armonía con la naturaleza, con los cerros, la tierra se llamaba Pachamama, el agua de los ríos Mamacocha, eran deidades a las que se debía respetar”, sostuvo al hacer balance de los 28 años de investigación que ha liderado.
Los hallazgos en torno a la cultura Caral han ido acompañados de continuas sorpresas, muestra del avanzado conocimiento tecnológico y científico de este pueblo que erigió construcciones sismorresistentes.
El equipo liderado por Shady ha descubierto numerosos altares con importantes fuegos dentro de edificios que funcionaban bajo conductos subterráneos gracias a la mecánica de fluidos y también se han encontrado maquetas de centros urbanos, que demuestran el planeamiento y organización con la que contaban.
Además, demostraron saber aprovechar los recursos naturales como el sol y el viento para secar pescados como la anchoveta, un bien que luego intercambiaban en mercados y ferias con otros pueblos.