28 feb. 2025

Así cambió la invasión a Ucrania: “No se puede ser espectador en la guerra”

En su discurso del año pasado para recibir 2023, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski dijo que el 24 de febrero del 2022 los misiles rusos despertaron a su país a una nueva realidad que enseñó a los ucranianos quiénes eran y de qué eran capaces sus amigos, sus enemigos y, sobre todo, ellos mismos.

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El papa Francisco pidió “por favor” que el mundo no se acostumbre a los conflictos, la guerra y la violencia.

Foto: EFE

El comienzo de la invasión hace exactamente un año supuso un antes y un después para todos los ucranianos, a quienes la guerra ha cambiado radicalmente sus vidas, sus percepciones y su relación con el país y la sociedad de la que forman parte.

“Con las primeras explosiones supe que era necesario decidir, y decidí enrolarme en las fuerzas armadas, en la Marina, porque no quería irme ni quedarme mirando”, dice a Efe Vyacheslav Teschner, un joven de 28 años que dejó su trabajo como productor y operador de televisión para sumarse a la defensa de su país.

“NO CABE SER ESPECTADOR”

Haciendo uso de su experiencia con esta tecnología, Slava, la abreviación de su nombre por la que le llaman todos, dejó las transmisiones de noticias para dedicarse a entrenar a soldados en el manejo de drones.

Preguntado por los motivos que le llevaron a alistarse, el joven repite varias veces como si se le hubiera planteado una cuestión obvia: “porque esta es mi casa, porque esta es mi vida”.

Pese a tener pasaporte estadounidense y a su familia que la espera en Estados Unidos, la escritora ucraniano-estadounidense Larissa Babij ha decidido quedarse en Kiev y trabaja en varios proyectos para apoyar a las fuerzas armadas.

“Mi vida ha sido invadida por el intento de Rusia de aniquilar a Ucrania”, dice Babij a Efe. “No se puede ser espectador en la guerra; los ucranianos han demostrado que la responsabilidad y las acciones individuales marcan la diferencia”, remacha.

LA ODISEA DE MARINA

Igual que Slava Teschner, la bibliotecaria Marina Boklag sigue considerando su casa la ciudad de Mikoláiv, un puerto industrial del Mar Negro con una larga tradición naval, conocida por la importancia de sus astilleros.

Después de pasar muchas noches en los refugios antiaéreos, Marina salió de su ciudad, una de las más castigadas por los bombardeos rusos, el pasado abril.

Embarazada de ocho meses, viajaba con su hijo de 14 años, Sasha, y con su suegra Nadia, con quienes se ha asentado de forma provisional en la ciudad italiana de Ferrara.

Atrás dejaba a su marido, un soldado de la Marina ucraniana que en esos momentos resistía al asedio ruso en la acería de Azovstal de la ciudad de Mariúpol.

Menos de un mes después de que ella escapara de Ucrania por carretera a través de Moldavia y Rumanía, los rusos hacían prisioneros a su marido y a sus compañeros de armas.

“Desde entonces no sabemos de él más que lo que nos ha dicho algún militar liberado en intercambios que lo vio durante el cautiverio”, cuenta. “Por ellos sabemos que está vivo, y está bien”, dice a Efe desde Italia.

Marina dio a luz a una niña, Polina, el pasado 30 de junio en Italia.

Cuando pase el invierno planea regresar a Mikoláiv, donde la frecuencia de los ataques ha disminuido desde que el ejército ucraniano liberara la vecina Jersón y donde viven sus padres, que se negaron a irse su ciudad.

La agresión rusa ha separado y mutilado a millones de familias como la de Marina, y ha marcado el destino personal de todos los ucranianos. Algunos han aprovechado la simpatía internacional para cumplir sus planes de emigrar. Otros han abandonado esos mismos planes para quedarse a trabajar por su país.

CATARSIS SOCIAL

Muchos ven en la reacción ucraniana al ataque ruso un catalizador para la transformación de Ucrania, donde una masa crítica de gente parece decidida a dejar atrás los lastres de la época soviética y de la caótica transición democrática, para vivir de una forma que ellos consideran mejor y más libre.

Enfrentarse a la amenaza existencial que para la nación ucraniana supone esta guerra podría servirle, además, para abandonar los vicios y las prácticas corruptas que han hecho de Ucrania uno de los países más pobres de Europa, explica Slava Teschner, el instructor de pilotaje de drones.

“Nuestra próxima generación de políticos debe salir de quienes están ahora en el ejército”, señala Teschner, que piensa que a aquellos que se han jugado la vida por su país les será más difícil robar o poner en peligro lo que es de todos.

“Ellos conocen mejor que nadie las consecuencias de todas las cagadas que hicieron nuestros padres”, dice sobre las décadas de una corrupción generalizada entre la clase dirigente ucraniana, que ha estado ligada a menudo a relaciones de clientelismo con Rusia.

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