Luca Parmitano, de la Agencia Espacial Europea y actual comandante de la EEI, completó su tercera jornada de labores extravehiculares, y Andrew Morgan, ingeniero de vuelo de la agencia espacial estadounidense NASA, realizó su cuarta salida.
El viernes 22 de noviembre se llevará a cabo el segundo de estos paseos espaciales que buscan reactivar el detector de rayos cósmicos conocido como Espectrómetro Alfa Magnético (AMS, en inglés).
Los dos astronautas iniciaron la jornada de trabajo a las 11.30 GMT y completaron sus tareas seis horas y 39 minutos más tarde.
Durante esta primera jornada de labor para la reparación del AMS, Parmitano y Morgan ubicaron materiales, quitaron cubiertas del instrumento e instalaron agarraderas que facilitarán los trabajos en las próximas caminatas espaciales.
La mayoría de los científicos coincide en que las moléculas, los planetas y las estrellas comprenden menos del 10% de la masa y energía en todo el universo, y el resto es lo que llaman materia oscura, algo que no emite radiación electromagnética y es transparente en todo el espectro.
La existencia de esta supuesta materia solo puede inferirse sobre la base de su efecto gravitacional en la materia de las estrellas y otros cuerpos cósmicos, y por las interferencias o trastornos percibidos en el fondo cósmico de microondas en el universo.
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El AMS, diseñado para una misión de tres años, ha estado cribando las partículas de rayos cósmicos tras las pistas de esta sustancia misteriosa desde que entró en funcionamiento en la EEI en 2001.
El instrumento registra el número de partículas que pasan por todos sus detectores y, hasta la fecha, ha detectado más de 140.000 millones de partículas, anotando el tipo de partícula y características tales como masa, velocidad, carga y dirección de su trayectoria.
El AMS ha suministrado a los científicos de todo el mundo, empeñados en saber más sobre la materia oscura y el origen del universo, datos que ayuden a entender de qué está hecho este universo.
“Ninguno de los resultados del AMS corresponde a lo que se esperaba”, dijo Samuel Chao, investigador principal de dicho instrumento y Premio Nobel de Física (1976).
Los resultados han proporcionado una información única que incluye la detección potencial de la rara antimateria que pudo haber viajado desde los confines del cosmos. En realidad el AMS no ha hallado muestras claras de la materia oscura, pero sí ha transmitido enormes cantidades de datos sobre los rayos cósmicos, cómo viajan a través del universo y qué los produce.
Pero el AMS, que se pensó para que funcionara unos tres años, ya ha cumplido ocho en el ambiente extremo de la órbita a 485 kilómetros de la tierra. Jamás se planificó que fuera sometido a reparaciones y, por lo tanto, no tiene asideros donde los astronautas puedan sujetarse mientras hacen los arreglos.
El instrumento tiene cuatro bombas de enfriamiento para mantener el rastreador de silicona, uno de los varios detectores del AMS, a una temperatura constante en el espacio donde las fluctuaciones son de cientos de grados.
Si bien, solo se requiere el funcionamiento de una de esas bombas cada vez, varias de ellas empezaron a fallar en marzo de 2014 y tres años después los científicos recurrieron a la operación de la última bomba que seguía funcionando.
En el diseño original de la misión del AMS tampoco se incluyó la fabricación de herramientas específicas dado que, con más de 300.000 canales de datos, se le consideró un aparato demasiado complicado como para repararlo.
Además, los astronautas nunca antes en una caminata espacial han cortado y reconectado tuberías de fluidos como las que forman parte del sistema de enfriamiento del AMS. El plan es desconectar el viejo sistema de control térmico, instalar uno nuevo en el costado del AMS y conectarlo al instrumento.