Luego de pagar el alto impuesto inmobiliario por vivir en el centro de Asunción, siempre tengo la impresión de que me dan gato por liebre. Como en todos los impuestos, uno pagaría con gusto si siente que le es devuelto apropiadamente en servicios e infraestructura, pero en el caso de nuestra ciudad capital yo no lo siento así.
Hace mucho que Asunción es una ciudad caótica por no poder controlar el tráfico, no tener adecuada semaforización ni señalética y una inteligente red de calles y avenidas. La policía municipal de tránsito no da abasto, más aún teniendo en cuenta que muchos de ellos salen a las calles con un afán “recaudador” antes que con la misión de organizar el tránsito.
Si uno pone todo lo que la Inspección Técnica Vehicular exige para habilitar a un vehículo y lo suma a lo que luego la Municipalidad exige y lo compara con el estado de las calles, no se puede menos que sentir que es víctima de una broma perversa. Los altos requerimientos de la ITV se comprenderían si las calles fueran impecables, pero como en realidad son unas destructoras de tracciones delanteras, de suspensiones y carrocerías en general, lo que hace el contribuyente asunceno con automóvil es gastar un montón para tener un auto impecable que luego se deteriora rápidamente en las horribles calles de su ciudad. Al menos las ciudades vecinas son sinceras o menos caraduras y no exigen por algo que no pueden dar. De ahí que muchos asuncenos prefieran sacar sus patentes vehiculares fuera de Asunción. ¡Quién sabe cuánto más hubiésemos pagado si la tarifa por estacionar se hubiese aprobado!
Asunción parece comportarse como una ciudad de primer mundo en cuanto a los impuestos que cobra, pero muestra su verdadero rostro en el día a día. En muchos sectores sigue siendo muy sucia, y solo cuida la limpieza en los lugares más sensibles por su visibilidad; lo mismo puede decirse de las plazas, de las cuales son contadas las que reciben el verdadero cuidado que la ciudadanía merece. Las veredas siguen rotas en muchos tramos y las casas abandonadas solo sirven de aguantaderos y de criaderos de mosquitos.
Ni hablar de la pobreza en la oferta de arte y entretenimiento. Los que hemos conocido otras ciudades latinoamericanas, europeas o asiáticas, hemos disfrutado con envidia de la amplia gama de actividades culturales que una ciudad ofrece a sus habitantes. Asunción no se ha vuelto “inculta” totalmente gracias a iniciativas privadas que no permiten que caigamos en la barbarie.
Se puede vivir en Asunción, como también en muchas otras de Paraguay, pero se espera mucho más de ella por su capitalidad y por todo lo que exige tributariamente a los que habitamos en ella. Me parece que sus autoridades, intendente y Junta Municipal, tienen mucho que hacer aún en todo sentido, especialmente en cuidar la equidad referente a lo que el contribuyente da desde su bolsillo y lo que recibe a cambio.