La llamada ideología de género, promovida y hasta impuesta en varios países con el apoyo financiero y político de Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, está generando distorsiones en diversos ámbitos, entre ellos, el deportivo.
Con base en esta teoría, entidades deportivas permiten a atletas hombres, que se autoidentifican como “mujer”, “mujer trans” o “trans-mujer”, competir en cualquier disciplina contra mujeres biológicamente nacidas como tal.
Está claro que en determinadas prácticas deportivas, los hombres llevan las de ganar. Masa muscular diferenciada, pulmones y huesos de mayor tamaño, fuerza física superior, entre otras características, les permiten una gran ventaja sobre sus competidoras mujeres biológicas.
Un estudio del Karolinska Institutet de Suecia, publicado en 2019, mostró que incluso tras un año de reducirse la testosterona, las “transmujeres” siguen siendo más fuertes que las mujeres. Por eso siempre han existido dos categorías deportivas, la masculina y la femenina.
Y los hechos confirman estos datos. El nadador trans Will Lia Thomas saltó a la fama el pasado diciembre al romper todos los marcadores en el campeonato femenino de natación de la Universidad de Akron (EEUU).
Igualmente, nadie dudaba de que en la categoría femenina de halterofilia (levantamiento de pesas) realizado en Tokio (Japón) lo ganaría Laurel Hubbard, de 42 años, de Nueva Zelanda, quien durante 30 años fue el varón Gavin Hubbard. Su capacidad de alzar máximos kilajes fue notoriamente superior.
Es decir, el dato objetivo, en este caso de la contextura física, entre otros, está siendo despreciado en pos de una teoría de moda. Numerosas organizaciones deportivas femeninas expresan su queja e indignación, incluso si es ético participar en estas condiciones. ¿Es razonable lo que ocurre? ¿Hay competencia desleal?
La levantadora de pesas norteamericana Beth Stelzer, fundadora de Save Women’s Sports, expresa que defender a las mujeres en el atletismo no es un tema partidista ni religioso. “Si permitimos a varones competir en deportes femeninos, habrá deportes de hombres y deportes de ambos sexos, pero ya no habrá deporte femenino”, señala.
Y hay una cuestión más de fondo que plantea estas realidades que hoy enfrentamos como sociedad, y es la necesidad de aprender a “rendirnos” ante ciertas evidencias, sin que ello signifique una derrota o debilidad.
El límite de lo razonable comienza a perderse cuando en nombre de la igualdad se rechazan las evidencias del momento, forzando una realidad en detrimento de terceros, como es el caso de las jóvenes atletas que se ven perjudicadas ante esta situación.
Y aquí no se trata de transfobia ni discurso de odio, mucho menos; clichés irresponsablemente utilizados en la actualidad para evitar el sano debate. Se apunta a una cuestión de justicia y equidad en el ámbito deportivo, y a no perder de vista lo “razonable” en nuestra sociedad. El individuo “razonable” es aquel que somete su razón a la experiencia, decía el filósofo y escritor francés Jean Guitton (1901-1999), planteando así la necesidad de valorar los datos objetivos y concretos que ofrece la realidad y que facilita el trato justo e inteligente de la misma; sin forzar nada, se aprende de ella.
Urge exponer estas problemáticas de nuestro tiempo, en medio de una cultura de la cancelación, donde cualquiera es “anulado” en las redes o escrachado ante la opinión pública simplemente por cuestionar este tipo hechos “políticamente correctos”. Son mecanismos de miedo promovidos por sistemas totalitarios.
Pero así como vale defender la libertad de pensamiento y expresión, también corresponde defender y proponer el uso pertinente de la razón, no como “medida” o “diseño mental” de la realidad, sino como apertura a las evidencias y diferencias que ella ofrece, las que, valorándolas permitirán fomentar una auténtica diversidad, y potenciar la convivencia y el respeto entre las personas.