Esta fue la semana donde los allanamientos del operativo “A ultranza py” desataron un torrente de reacciones emocionales en un país donde esa es la manera que racionalizamos las cosas. En el proceso, el morbo se desató en torno a quienes estaban envueltos, dónde habitaban o el mal gusto que exhiben en sus lujosas mansiones y estancias. Las filmaciones de la Senad se parecían a historias de la revista Hola. En el proceso saltaron de todo. Pastores, pesocas, vendedores de yates, gastronómicos, estancieros, políticos y todas sus conexiones que acabaron con dos ministros sorprendidos en contubernio con los buscados en el operativo. Los que cayeron son operadores secundarios.
El sistema sigue sólido y con notable respaldo arriba, especialmente entre aquellos que debieran aplicarles sanciones ejemplares. Por ejemplo, los bienes del “hermano del alma” Messer, condenado a 18 años de cárcel en el Brasil, siguen sin ser entregados a la Senabico para su administración y remate porque la fiscala general Sandra Quiñónez habrá recibido una orden para que no proceda a dicha acción judicial. Así vivieron, viven y vivirán los avivados a pesar de los allanamientos de la semana.
Estas personas predicaban el evangelio donde un grupo de incautos hacían masa y se desmayaban ante el toque en la frente mientras la iglesia lavaba recursos del narcotráfico o sus miembros corrían rallies con autos costosos y sus hijos exhibían su riqueza de forma impune. Estos vivos siempre hicieron parte de la coreografía social y, a pesar de la ostentación de riqueza, a nadie nunca se le pasó por la mente preguntar de dónde sacaron sus fortunas. Simular no entender o no saber para no complicarse es parte de nuestra cultura en un país donde inquirir o conocer mucho puede ser muy peligroso.
En el operativo internacional se decomisaron partidas de drogas con destino a Europa y una gran carga de marihuana operada por un concejal, un ujier y un policía, solo faltó ahí algún ministro de Corte. Es tan burdo y absurdo todo que pocos creen que puedan dar con los grandes señores del negocio.
Hasta ahora nadie importante cayó por el envío de 23 toneladas de coca a Europa el año pasado a un valor cercano a los 4 mil millones de dólares. El sistema es tan autoinmune o autoimpune que un ministro del Interior hace negocios con un conocido narco y otro colega “apasionado de la náutica” se compra un yate de un sospechoso por 400 mil dólares mientras le hace ganar licitaciones públicas de su cartera, y un banco sospechado le presta sin pestañear 150 mil dólares para dicho propósito. Todos los avivados simulan estar haciendo algo legal porque saben que lo opuesto tampoco tiene sanciones y si los tiene siempre habrá una mano fiscal que vendrá a su auxilio.
Paraguay es hoy la iglesia del avivamiento. El país de los sinvergüenzas que cínicamente viven y abrazan a los mismos políticos que nos dicen que acabarán con la pobreza y combatirán la corrupción mientras se pasean en sus yates o camionetas de lujo. Se sonríen mientras son retratados sin ruborizarse. La política paraguaya está podrida y sus actores creen ciegamente que ese es el ámbito natural de ella.
Se avivó el debate, se despertó el interés de algunos, pero en el fondo los avivados volverán a consolidarse porque el sistema está aún muy sólido custodiando sus bienes si son detenidos y condenados o esperando que otro escándalo sepulte a uno igual próximamente. El país de los vivos y de los zonzos sigue igual porque “la teología de la prosperidad” se impuso sobre el testimonio de vida con integridad. Si esto no cambia el avivamiento de moralidad siempre será corto, temporal y para los documentales de la Senad.