31 oct. 2024

Bacanales dionisíacas y las hernias de la democracia

En la antigüedad, cuando un imperio conquistaba a otro, no solo se apropiaba de sus territorios. También llevaba consigo buena parte de sus costumbres y cultura.

Como un ejemplo claro de esto, la historia nos ha demostrado cuando el Imperio Romano conquistó Grecia en el año 146 A.C. Los vencedores habían tomado como suyos los seres mitológicos de los vencidos.

Uno de los mitos choreados a los griegos por los partes de las huestes romanas fue el del Dios Dioniso, quien era un dios rebelde del Monte Olimpo. Su culto y misterios eran muy populares entre los antiguos griegos.

Al tener el pase forzado al imperio de la loba capitolina cambió de nombre pasándose a llamar Baco. Se convirtió así en el dios romano del vino, su elaboración y cosecha. También representa la locura, el éxtasis y el teatro.

En Roma el culto a dicho Dios era conocido como las bacanales. En estas fiestas populares, financiadas con fondos privados el desenfreno estaba a la orden del día. Básicamente, era una feroz partuza.

En estos tiempos actuales y en estas tierras guaraníes tenemos a nuestro propio Dionisio. No es Dios, no genera culto alguno y mucho menos simpatía popular.

El simple mortal, que se había denominado hasta ario en algún momento, había dicho en una de sus intervenciones en el Congreso que en una visita al Mercado Cuatro la gente lo recibió con vítores, le pidieron 2.500 selfies y lo alzaron en andas.

Desde el populoso centro de compras rápidamente lo desmintieron, afirmando que no conocían a nadie que tuviera una selfie con él y mucho menos que haya hecho tal visita.

Incluso le invitaron a ir al mercado para comprobar la popularidad de la que hizo gala en su intervención. Hasta el momento no aceptó.

La pregunta que quedó flotando en el aire fue la siguiente, ¿cómo habrá quedado la columna vertebral del o los prójimos que tomaron el tamaño desafío de llevar en andas al legislador?

Mientras esa interrogante ocupa las horas muertas en las noches, sí existen otras certezas que son evidentes hace más de un año.

Arropado por una mayoría donde el disenso, el debate y diferencia de criterios quedan de lado, Dionisio es uno de los estandartes de la actual aplanadora de prepotencia y la arrogancia autoritaria.

Su actuar y el de sus colegas le suma un mayor peso a las espaldas de un país cada vez más debilitado institucionalmente y hace crecer dolorosas hernias a la casi extinta transición democrática.

Dioniso y Baco eran básicamente la misma cara de una moneda. El cuasi homónimo local se sabe que aunque liberal siempre votará por el lado colorado.

Los ejemplos de la decadencia de la clase politiquera van sumando cada día, sobre todo desde el recinto que alguna vez fue sede de representantes del pueblo.

El ejemplo claro de ello fue lo dicho hace unas semanas cuando el mismo presidente del parlamento había dicho que había que besarle los pies a sus dignos hurreros. Lo dijo como si dignidad y hurrerismo podrían coexistir en una misma oración y persona.

Por si no bastara esto, otra legisladora mostró sin filtro alguno su abismal falta de preparación para el cargo parlamentario.

Ante las consultas periodísticas evitó las respuestas y luego de escudarse tras una puerta de vidrio, volvió solo para mostrar el dedo del medio. ¿A qué le tiene miedo?

Todo sube, la garra guaraní ciudadana está apagada porque cada día tiene que luchar más y más para sobrevivir. Desde el poder de turno, continúa la bacanal con el erario público con la contratación de nepoasnis y otros derroches.

Mientras los voceros oficialistas hablando del grado de inversión. Sin embargo, los privilegios cada vez más descarados y a mansalva muestran un altísimo nivel del grado de corrupción, ¿hasta cuándo seguiremos mirando?

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