Es domingo, pero vengo a incomodar su rutina dominical con un poco del sabor amargo que dejó el “combo completo” de la “promo de fin de año” de la nefasta política colorada cartista.
Ese sabor amargo, incómodo y desagradable que se impregna en la boca que finalmente usaron hombres y mujeres para gritar su desacuerdo en contra de la política cartista y que sufrieron golpes, gases lacrimógenos y la dura represión policial por oponerse a la creación de la Ley de Superintendencia de Pensiones y Jubilaciones; un proyecto impuesto por el cartismo y que no fue debatido con los sectores afectados, que suman como aportantes a más de 950.00 trabajadores, casi un millón.
Es imposible evadir el debate y la indignación que ocasionaron las artimañas de los diputados y senadores para aprobar la polémica ley, que desde los voceros cartistas solo aluden de las bondades de la iniciativa, lo cual genera cierta duda, porque –como me dijo un conductor de Bolt– ellos no hacen leyes para beneficiar al pueblo, sino que solo para sus bolsillos. Cuánta razón en la sabiduría popular de un trabajador que no sabe si algún día accederá a la jubilación.
Esta semana estuvo marcada no solo por ese hartazgo y sino que también por el calor bochornoso, por la desilusión, por la desesperanza en medio de las fiestas de fin de año que invitan a la reconciliación y la unión, valores que pusieron en práctica los cartistas para imponer la ley e ignorar al pueblo paraguayo, sindicalistas y trabajadores que se oponían a la iniciativa.
El gobierno no escucha, no debate, solo impone su “aplanadora colorada” por encima de la voluntad popular y eso se demuestra en la manera en que impusieron la polémica legislación –incluso en un tiempo récord de tratamiento que duró 26 minutos en ambas cámaras–. El proyecto ahora pasó al Poder Ejecutivo para su promulgación y es muy predecible que el presidente Santiago Peña lo hará ley.
Es importante recordar que el cartismo tiene un poco de represión en su discurso. A veces creo que es importante rememorar ciertas actuaciones del principal precursor de los discursos de represión: El ex presidente Horacio Cartes.
Tal vez, querido lector o lectora, rememore lo que pasó en aquel agosto del 2018 a solo 6 días de dejar Horacio Cartes la presidencia, cuando fue abordado por el periodista de Telefuturo, Alejandro López, que le preguntó qué opinaba acerca de las movilizaciones en repudio de la aprobación de las notas reversales que modificaron los Anexos A y B, del Tratado de Yacyretá, entre Paraguay y Argentina, relacionados sobre lo financiero y administrativo de la hidroeléctrica:
–Presidente, ¿qué le responde a los jóvenes que se están manifestando?
–Balines de goma, respondió Cartes.
La respuesta representa al cartismo y la política de represión que impusieron a diestra y siniestra con golpes, arrestos y gases lacrimógenos del sector obrero que solo pedía ser escuchado en cuanto a su posicionamiento.
¿Qué pasará con los fondos de las cajas de jubilaciones? ¿Esta generación logrará jubilarse en 25 años? ¿Qué intereses mezquinan para imponer la ley a un pueblo que lo rechaza? No tengo las respuestas, pero dejo las preguntas para intentar entender semejante infortunio.