“He sentido un gran pesar porque era un teólogo verdadero y una persona profundamente culta y espiritual”, reconoce a EFE Marina, una romana que paseaba con otras dos amigas por una plaza vaticana llena de gente, en un último día del año inusualmente cálido.
A su lado está Beatrice, de Brescia (norte) pero residente en Roma, que con tono cáustico asegura que no ha sentido “nada” al conocer esta mañana el fallecimiento del pontífice alemán.
“Nos lo esperábamos. No me ha causado ninguna emoción. Prefiero, si se puede decir, al actual Papa”, asegura, revelando su predilección por Francisco, el argentino que llegó a Roma para suceder a Benedicto XVI tras su histórica renuncia en 2013.
Anna es una católica de Varese (norte) que pasea con su marido por la Vía de la Conciliación y asegura haber sentido una “gran tristeza” al enterarse de esta noticia que ha dado la vuelta al mundo.
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“Nos la esperábamos, pero de todos modos nos ha causado una gran tristeza y más estando aquí. Lo recuerdo como un hombre muy inteligente, culto, que también combatió la pederastia”, afirmó, en referencia a un tema que salpicó el pontificado de Ratzinger.
El recuerdo de este docto pontífice alemán es escaso, por no decir prácticamente nulo entre los más jóvenes.
Elisa, turinesa de 21 años, y Francesco, calabrés de 20, pasean por la Plaza de San Pedro y, aunque se reconocen como “católicos no practicantes”, no sienten demasiado apego por el alemán.
Eso sí, se justifican suponiendo que fue “muy importante”.
"¿Pero quién conoce a este Benedicto?”, irrumpe entre risas Luca, romano de toda la vida, al ser preguntado por sus recuerdos, todavía lejos del micrófono de esta agencia.
Una vez que la cámara se enciende, se muestra mucho más diplomático: “Fue un gran Papa, muy teólogo, pero Francisco es completamente distinto, mucho más comunicativo”, sostiene.
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“Sinceramente en Roma no percibimos su presencia como influencia sobre la iglesia pero creo que para el Vaticano fue siempre una autoridad desde el punto de vista intelectual que influyó en las cumbres vaticanas”, alega.
Sara es una mujer china que lleva tres décadas en Roma. Habla aún un italiano precario, del que se excusa, pero se reconoce católica e interesada en los vericuetos de la Santa Sede.
“Me he sentido muy triste cuando lo supe esta mañana leyéndolo en mi teléfono”, dice.
En definitiva, Joseph Ratzinger, cuya capilla ardiente se abrirá el próximo lunes y el funeral se celebrará el jueves siguiente, pasará a la historia con esta doble consideración entre sus fieles, la de un Papa de inalcanzable altura intelectual pero poco popular en los tiempos que corren.
La Plaza de San Pedro se prepara para las exequias y ya ha sido cerrada al público, al igual que las calles adyacentes, a la espera de esta despedida que será solemne, pero sobria, como él mismo Joseph Ratzinger había pedido.