01 dic. 2024

Bertolucci, galardón a toda una carrera en los Premios del Cine Europeo 2012

Redacción Cultura, 9 oct (EFE).- Bernardo Bertolucci cumple 50 años de carrera y recibirá el 1 de diciembre en Malta el premio honorífico de la Academia de Cine Europeo, pero mira a la juventud actual en su nuevo filme, “Io e te”, despojada de su mirada seductora porque “la realidad de hoy no es nada sexy”.

La Academia de Cine Europeo ha anunciado hoy este reconocimiento a Bertolucci (Parma, Italia, 1941), poeta durante los sesenta, transgresor durante los setenta y grandilocuente durante los ochenta y los noventa. En el siglo XXI ha vuelto a su mirada pícara e independiente, pero el mundo no está a la altura de su inquietud septuagenaria.

“La transgresión no se puede conseguir ya. Ya no hay tabúes. Las reacciones de los 60 y los 70 ya no están... había una fuerte voluntad por el cambio, pero la gente ya no puede soñar con cambiar el mundo”, asegura quien, no obstante, dedicó la Palma de Oro especial que le otorgó el Festival de Cannes este año a los indignados italianos.

Bertolucci estuvo en el pasado Festival de San Sebastián presentando su regreso al cine tras nueve, “Io e te”, y habló con los medios visiblemente fatigado, saltando del inglés al francés y del francés al italiano pero demostrando que es una mente ágil en un cuerpo inmóvil.

"¿De verdad han pasado ya cincuenta años? No lo había pensado. Para mí el tiempo no es algo cronológico. Solo lo siento en mi espalda”, explica con un tono de humor que suena a mecanismo de supervivencia. Habla desde una silla de ruedas, con zapatillas rojas y mirada todavía curiosa. “Soy como un ‘rolling stone’ (un canto rodado)”, bromea.

Han pasado cuatro años desde que una desafortunada operación de hernia discal le privó de la movilidad de cintura para abajo, pero su cámara sigue igual de ágil en “Io e te”, historia mínima rodada en Roma y con Tea Falco y Jacopo Olmo Antinori, en la que, como ya hiciera con Marlon Brando y María Schneider en uno de sus clásicos, “L’ultimo tango a Parigi”, deja que dos personajes germinen entre cuatro paredes.

“Mucha gente es claustrofóbica, pero yo después de esta película me he dado cuenta de que soy claustrofílico”, dice. Y si en aquél filme de 1973 se centró en la madurez de Brando frente a la juventud de Schneider y en “The Dreamers”, su anterior película, retrataba los ardores físicos y políticos que riegan la etapa universitaria, ahora rebaja todavía más la edad hasta la adolescencia.

“Me gusta rodar el cambio constante y la gente joven es especial para eso. Me seduce ese sentimiento, ese alguien que está en proceso”, explica sobre su nueva obra, que todavía no tiene distribución en España.

“Están en esa época en la que tienen que liberarse de sí mismos. Frente a frente. No se aceptan y encuentran en ellos mismos una manera de reconocerse y amarse. El desenlace es casi como una escena erótica”, afirma.

Y después de nueve años y las complicaciones de salud que le sumieron en una depresión, vuelve con ganas. “Me he escondido durante cuatro años y ahora vuelvo a salir. La vida está llena de etapas, de culturas, de países... tengo ilusión renovada”, explica.

“Espero que mi punto de vista cambie cada vez que cambio la cámara. No sé si perdí confianza. Lo que sé es que perdí mi cuerpo durante cuatro años”, dice, e incluso intentó rodar su filme en 3D para demostrar que lo íntimo también puede ser tridimensional, aunque claudicó al ver que era “demasiado laborioso, demasiado caro y muy poco ágil”.

Ganador de nueve Óscars con “The Last Emperor”, hace ya mucho que no se enrola en una superproducción como aquella, como “The Sheltering Sky” o “Little Buddha”.

“Nunca me divorcié de Hollywood, porque tampoco me había casado con él. Todos esos Óscars (suspira) me dijeron que les había enseñado a hacer la épica como ellos solían hacerlo. Pero mientras para mucha gente esos premios son como una experiencia religiosa, como lo mejor que te puede pasar, yo por dentro no podía parar de reír”, dice.

Ahora que los premios más importantes de su continente, Europa, le reconocen, solo dice con modestia: “No sé si tengo sentimiento de ‘cine europeo’, pero tengo que decir que Ingmar Bergman me parecía uno de los hombres más atractivos que jamás he conocido”, asegura.

Y, al terminar la entrevista, Bertolucci regala una última broma al periodista al decir, moviéndose en su silla de ruedas. "¿Ya no hay más? Estoy indignado. Me subo a mi habitación”.

Por Mateo Sancho Cardiel