28 abr. 2025

Bestias

Arnaldo Alegre

–¡¡¡Atención, niños y niñas!!!

–Por qué nos habla así, profesora, si todos tenemos más de 30.

–Por burros. Cállense y escuchen.

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–...

–Comencemos de cero. De lo que ustedes se ufanan, se vanaglorian como grandes potentados con pies de barro y les hace sentir un orgulloso tan vacío como sus cabezas, es técnicamente un arma...

–¿De qué nos habla?

–De sus vehículos. Tarados.

–Ah...

–Me compró ni novio –acota a viva voz una, sin despegar el ojo de su celular.

–Mi mamá me presta para ir a la facu –sostiene otro que tenía la pinta de un experimento fallido del doctor Frankenstein.

–El bólido ese que está en el patio de la casa de mami –subraya un tercero con aire de cuarentón mal rejuvenecido e ínfulas de soltero echado del matrimonio por inmaduro–, lastimosamente no me alcanzó la plata para terminar la muralla de la vieja.

–Silencio –grita la profesora, hastiada del espeso aire de mediocridad que respiraba.

El alumnado presta toda la atención que le permitía su estrechez.

La profesora retomó: –Hay algo que sus cabecitas no conciben entender: se llaman reglas. Hay de todo tipo, una de las más importantes es la regla de tránsito. Sirve para que ustedes no maten a alguien con el pesado pedazo de metal que, de una forma inexplicable, se les permite conducir.

–En serio. Ndérana.

La profesora respira profundo, casi resignada, y sigue. –También sirve para que otros, igual de peligrosos que ustedes, no los maten. Favor que nos harían. Hay varias señales que ustedes deben prestar atención. Hay, por ejemplo, un cartelito rojo con letras blancas que dice “Pare”. Adivinen qué tienen que hacer ustedes...

–¿Qué profesora? –afirman confusos todos.

–Parar, carancho... Bueno, sigamos. Hay unas rayas pintadas en el asfalto. Es un paso peatonal.

–¿De peatón pio, profesora?

–Sí, los que ustedes deberían ser el resto de sus vidas. Se usa para señalar que deben detener su auto cuando un peatón cruza la calle.

–Pero yo estoy apurada –dice una pulposa teñida de un rubio furioso– y esa viejita pasa como si fuera que vivirá cien años.

–El mundo no se inventó para su deleite –insiste la profesora–. Viven en una sociedad donde hay derechos y obligaciones. El respeto al otro es simplemente un recurso de supervivencia de la sociedad. Sin reglas, somos todos bestias. ¡¡¡Entienden!!!

–¡¡¡No!!! –contestan, cometiendo sincericidio.