La reciente inauguración de la biblioteca Biblioviva, en mayo pasado, instalada en la parada de bus ubicada en avenida Sacramento casi Dr. Víctor Boettner, expone la vigencia de una iniciativa positiva que va cobrando fuerzas en Paraguay: las bibliotecas callejeras, vigentes en diversos puntos del país. Se trata de iniciativas de particulares, grupos de vecinos o instituciones, con el lema: Llevá un libro y dejá otro a cambio.
El objetivo apunta a motivar el interés de lectores, así como fomentar el hábito en potenciales usuarios, con un sistema que permite la circulación de los títulos entre los lectores.
BiblioViva, sobre Sacramento, nació como iniciativa de los alumnos del Centro de Estudiantes del colegio Aula Viva, con el apoyo de la dirección ante la idea de recolectar libros para donarlos a la comunidad.
“Nuestro objetivo es compartir el hábito de la lectura. Como alumnos nos sentimos orgullosos de llevarlo a cabo”, comenta la presidenta del Centro de Estudiantes, Valentina Solís, quien, además, sostiene que invitan a sus pares a hacer lo propio en inmediaciones de sus centros educativos.
Lorena Riquelme, directora de Comunicación del colegio, señala que están “contentos” con la iniciativa, pues asegura que “la educación, a través de la lectura, es el único medio para lograr la sociedad” que todos desean.
Para la realización de la biblioteca en la parada de bus, recibieron ayuda de Juan Escobar, padre de un alumno de la institución educativa, quien donó el mueble que sostiene los libros. Además, el Fondec, a través de Karina Benítez, madre de alumnos del colegio, sumó con cajas de libros para incluir en la biblioteca abierta y gratuita.
“La dinámica es así, cada persona puede retirar libremente el libro de su agrado, leerlo en el bus o en casa, luego devolverlo y volver a empezar. Si desea, también puede donar directamente algún material y dejarlo allí”, añade Valentina Solís.
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INICIATIVA. Una de las primeras bibliotecas de este tipo fue instalada por una firma privada en Itauguá. Luego unos vecinos de Lambaré, Aníbal Barreto y Cielo Ávalos, motivaron la instalación en una plaza del barrio. En este caso, la pareja trajo la idea de Clifton, un pueblo del estado de Virginia (EEUU).
Tras compartir la idea, y con la colaboración de Pryscila León, el año pasado se instaló la biblioteca callejera en la plaza Juan de Ayolas, y pronto, se sumaron otras cinco más.
“Conocemos una experiencia realizada en el marco de responsabilidad social de Iris en Itauguá. Hay otras seis, de las cuales cuatro están en plazas de Lambaré y Fernando de la Mora. También hay en una escuela de Coronel Oviedo, y otra en la calle Murillo, en Asunción, instalada por un vecino”, cuenta Barreto. Informa, además, que hay otros buzones en proceso de instalación en barrio Trinidad y en Ciudad del Este.
Sobre los robos, reconoce que “muchos libros ya no se devuelven”, pero indica que el porcentaje va disminuyendo.
La biblioteca callejera consiste en un buzón de hierro enrejado y cubierto con vidrio, para proteger los libros, pues se instalan a la intemperie.
Opiniones
“Me produjo una gran impresión”
“Quedé muy impresionada con esta experiencia (BiblioViva). Trabajo en las inmediaciones del colegio, y cuando vi el espacio llevé un libro de arte fotográfico. ¿Qué sentí? Por un instante, que soy una ciudadana de esas ciudades del Primer Mundo. No se trataba de algo improvisado. Está hecho con muy buenos materiales, las señalizaciones son claras e invitan a usufructuar el espacio. Con un porcentaje tan bajo de lectores, por la deuda histórica que se tiene con la educación, considero que este tipo de intervenciones son como una brisa de honestidad en medio de tanta corrupción”. Romy Zapattini (34), artista plástica.
“La veo como una excelente iniciativa”
“Esta iniciativa me parece muy buena, especialmente para los más pequeños que utilizan la parada del colectivo. Con esto se pueden sentir motivados a leer. Ahora cuando llegamos a la parada tenemos material de lectura para distraer a los chicos, a la vez que enseñamos sobre la importancia de leer y de la responsabilidad que conlleva usar este sistema, de llevar un libro y dejar otro a cambio, o en todo caso devolver el que se leyó para que otra persona pueda acceder a la misma oportunidad. Uso diariamente esta parada y soy vecina del barrio Santo Domingo”. Natalia Villalba (22), estudiante.