En la homilía que pronunció en la Misa de Navidad de 1984, Juan Pablo II afirmó: “Bienaventurados los pobres de espíritu: he aquí las palabras escritas en el corazón mismo de tu Evangelio, desde aquella noche de Belén. Palabras que son la más santa herencia de la Iglesia. No dejamos de profesar la sorprendente verdad contenida en la profundidad de esas palabras”.
Según Juan Pablo II: “La leemos nuevamente, para tener en nosotros, con corazón puro y alta la cabeza, «los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús» (Flp 2,5), para no ceder en ninguna época a las tentaciones de los diversos materialismos, que atacan precisamente el corazón de esta verdad: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
"¿No hay quizás hoy, en toda la tierra, numerosos hombres «ricos» que son terriblemente pobres? ¿No hay quizás hombres ricos de bienes materiales, ricos de poder, ricos de fama... y sin embargo pobres? Pobres a causa del gran vacío del corazón humano, que no se ha abierto a Dios y al prójimo? ¿Y no existen quizás hombres pobres, perjudicados materialmente, perseguidos, oprimidos, discriminados..., que son ricos? Ricos con esa riqueza interior que brota directamente del corazón de Dios-Hombre. ¡Del misterio del Nacimiento de Dios!”