La futura “superconstelación” asiática podrá rastrear tifones, la actividad sísmica y las corrientes marinas del continente, además de proporcionar información sobre el estado de las tierras cultivadas o la progresión de una epidemia.
Es la primera aventura espacial para el país más pobre de un consorcio que también incluye a Filipinas, Vietnam, Indonesia y Japón.
En el futuro se unirán a él Malasia, Tailandia, Bangladés y Mongolia.
El satélite fue fabricado en Japón, pero diseñado y desarrollado en Birmania, en un edificio con forma de transbordador espacial, en un campus universitario que alberga la escuela de ingeniería aeroespacial, cerca de Meiktila, en el centro del país.
Esta tecnología ayudará al país del sudeste asiático a “dar un salto adelante”, aseguró a la AFP el director de la escuela, Kyi Thwin.
Y “era más económico crear nuestro propio satélite”, añadió.
La primera contribución de Birmania asciende a USD 16 millones, en comparación con los más de USD 100 millones para un satélite convencional.
El país no dispone de base de lanzamiento, pero tendrá su propio centro de control terrestre, que trabajará con otro con sede en Japón.
Un sueño
“Birmania será uno de los principales actores” del proyecto, declaró a la AFP Yukihiro Takahashi de la universidad japonesa de Hokkaido, que apoya a los ingenieros birmanos.
“Lo que era grande, pesado y caro se ha convertido en pequeño, ligero y asequible”, resume.
El objetivo es lanzar unos cinco microsatélites al año, cada uno de menos de 100 kilogramos de peso y de unos cinco años de vida, hasta que el consorcio controle unos 50 aparatos en órbita.
Según Takahashi, los aparatos utilizados para fotografiar la Tierra figuran entre los mejores del mercado, con capacidad para tomar fotos de tifones o zonas siniestradas de forma casi continua. Las imágenes serán luego convertidas en modelos 3D.
Estas imágenes de alta definición permitirán asimismo rastrear el uso de las tierras agrícolas y el desarrollo urbano, así como detectar la deforestación o una explotación minera ilegal.
Sinead O’Sullivan, investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), es partidaria desde hace años de que las economías emergentes inviertan en su propia tecnología satelital, para evitar depender de los gigantes del sector que venden sus imágenes a precios astronómicos.
“Es completamente lógico -política, económica y socialmente- que estos países se doten de capacidades para responder a la gestión de sus propios riesgos”, explica a la AFP.
El lanzamiento del primer satélite birmano está previsto para el comienzo de 2021.
Un equipo de siete ingenieros birmanos, entre ellos Thu Thu Aung, viajará a Japón para la ocasión.
La ingeniera de 40 años disfruta de los últimos meses antes de vivir lo que le parecía inalcanzable cuando, de niña, se entusiasmaba viendo películas sobre los héroes de la conquista espacial.
“Enviar un satélite al espacio es nuestro sueño, desde la universidad”, dice.