Ese puente repleto de vegetación para mimetizar con la naturaleza fue levantado sobre una transitada autopista a la altura del municipio de Silva Jardim, en el interior de Río de Janeiro, y cuya construcción dividió el frondoso bosque Atlántico, un enorme ecosistema del que tan solo un 12% sigue preservado en Brasil.
Con poco más de 600 gramos de peso y 60 centímetros de altura, el también conocido como tití leoncito fue descrito por los primeros naturalistas europeos que visitaron el estado de Río de Janeiro en el siglo XVI y los registros indican que era común encontrarlo en todo el litoral del estado fluminense hasta el siglo XIX.
Pero el aumento de la deforestación en el bosque Atlántico, del que es endémico, le dejó al borde de la extinción en la década de los 60, cuando tan solo había registro de 200 ejemplares sobrevivientes.
Se calcula que actualmente existen alrededor de 2.600 ejemplares de “micos-leoes-dourados” confinados en cerca de 20 fragmentos de bosques, los cuales serán ahora conectados con la Reserva Biológica de Poço das Antas gracias al viaducto.
La reserva, la primera de su tipo en el país, fue creada en 1974 y supuso un marco histórico para la preservación de la fauna en el país.
“Poço das Antas no es una reserva suficientemente grande como para cumplir la función de preservar la fauna y la flora a largo plazo si permanece completamente aislada”, como se encuentra actualmente, explicó a EFE el biólogo Carlos Romanon Ruiz Mirando, presidente de la Asociación Mico Leao Dourado de Brasil.
Como estos primates no atraviesan por áreas de vegetación baja, fueron recientemente plantados diversos esquejes de árboles que en los próximos años facilitarán la travesía del tití leoncito y su consiguiente encuentro con otros animales de la especie.
La reproducción con ejemplares de otros grupos, según los especialistas, permite un mayor intercambio genético, reduciendo así los problemas de consanguinidad de este simpático mico que se caracteriza por su pelaje rojo y dorado, similar al de un león.
“Es importante que los animales se muevan entre poblaciones para que carguen sus genes y haya una diversidad genética, y mantengan la dinámica de población necesaria para mantener esas poblaciones saludables”, agregó.
LAS MÚLTIPLES AMENAZAS DEL MONO MÁS EMBLEMÁTICO DE BRASIL
Considerado como uno de los símbolos de Brasil, el mono es tan emblemático que su figura, incluso, estampa el billete de 20 reales, la moneda brasileña, y fue uno de los candidatos a ser la mascota de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Pero su existencia se ha visto fuertemente amenazada en los últimos años, no solo por la presencia del hombre, sino también por enfermedades como la fiebre amarilla, que hace tres años golpeó el estado de Río de Janeiro.
En 2017 fueron contabilizados un total de 3.700 ejemplares en la zona, pero la epidemia redujo en un 32% la población de estos primates. En algunas regiones, como en Poço das Antas, la fiebre amarilla llegó todavía con más fuerza y diezmó al 70% de los monos.
Otra de las amenazas del mico-leao-dourado parte de los propios primates, concretamente del Callithrix, un pequeño mono que fue introducido en la región de la mano del tráfico ilegal de animales y que, además de competir por recursos, puede transmitir enfermedades.
Ahora, una de las últimas preocupaciones de los especialistas es el nuevo coronavirus, cuyas consecuencias en los animales todavía son desconocidas, lo que ha obligado a extremar las precauciones.
“Tenemos que recuperar esa población y el viaducto es muy importante porque permite la colonización natural. Si el lugar está aislado, los monos no llegan y colonizan”, señaló el biólogo.
Pero el viaducto será importante no solo para el tamarino león dorado, sino para todos los animales que habitan en esta región, especialmente para el oso perezoso, también amenazado de extinción y que a menudo intenta atravesar la autopista.
“Para nosotros no solo es importante que los micos atraviesen, la otra fauna también, incluso predadores, porque se mantiene la dinámica ecológica saludable y forma parte del control de las poblaciones. Usamos el mico como una especie de bandera para la conservación de la biodiversidad”, recalcó Ruiz.