La superficie con agua dulce del gigante sudamericano, Brasil, pasó de 19,7 millones de hectáreas en 1991 a 16,6 millones de hectáreas en 2020, una caída de 15,7% y una pérdida equivalente a un área del tamaño de Bélgica.
Los datos corresponden al análisis de imágenes satelitales de todo el territorio brasileño entre 1985 y 2020, un mapeo inédito de la dinámica de las aguas superficiales del país realizado por Mapbiomas, una iniciativa multidisciplinaria en la que participan varias ONG, universidades y empresas de tecnología.
Las aguas dulces superficiales —ríos, arroyos, lagunas, humedales, etc.— son las que se forman tras la escorrentía generada de las lluvias o por el afloramiento de aguas subterráneas.
Brasil posee el 12% de las reservas de agua dulce del planeta y el 53% de los recursos hídricos de Sudamérica.
Debido a los cambios climáticos, a la deforestación, a la construcción de hidroeléctricas y al uso excesivo del agua para el agronegocio, entre otros, estas superficies se están secando.
Según el estudio, existe una “clara tendencia” de pérdida de superficie de agua en ocho de las 12 regiones hidrográficas y en todos los biomas del país. No obstante, el Pantanal es el que ha sufrido el mayor impacto.
El bioma registró su mayor extensión de aguas superficiales en 1988 (2 millones de hectáreas), un área que en 2020 solo sumaba 458.903 hectáreas, lo que supone una reducción del 77%.
Nota relacionada: La Amazonía y las claves de un paraíso medioambiental en llamas
El gigantesco humedal, es compartido por Brasil, Bolivia y Paraguay, y de sus 250.000 kilómetros cuadrados de extensión, un 60% está en territorio brasileño.
Reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es considerado uno de los ecosistemas más ricos del mundo en biodiversidad de flora y fauna.
Otros ecosistemas y cuencas hidrográficas del país también se han visto afectados.
La Amazonía brasileña perdió un 16,3% de su superficie de aguas, que se redujo de 11,9 millones de hectáreas en 1999 —el máximo registrado en ese bioma— hasta los 10 millones de hectáreas en 2020, una extensión algo mayor que el área de Portugal.
El principal impactado en la selva fue el gigantesco y caudaloso río Negro, el principal afluente del río Amazonas en su margen izquierdo, pues la cuenca por donde corre perdió el 22% de su superficie de agua.
El impacto fue más leve para el bosque atlántico, el ecosistema que bordea el litoral brasileño y que perdió un 10% de aguas superficiales entre 1999 y 2020, con las mayores reducciones en 2015.