El total de infectados en el país sudamericano, uno de los más golpeados por la pandemia del coronavirus, se ubica ahora en los 6.020.164, de acuerdo con el más reciente boletín divulgado por la cartera.
En el mismo periodo, las autoridades también fueron notificadas de 552 nuevas muertes a raíz de la enfermedad, con lo cual el total de fallecidos llegó a 168.613.
El Ministerio informó además que otros 2.176 decesos sospechosos están bajo la investigación de las autoridades sanitarias por su posible relación con el virus.
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El gigante sudamericano cuenta además con 5.422.102 recuperados del Covid-19, lo que equivale a un 90,1% del total de contagiados, mientras que otros 429.449 pacientes siguen bajo acompañamiento médico.
Las cifras apuntan a una aceleración de la pandemia en el país, que consiguió reducir tanto el número de casos como el de muertes en octubre tras registrar un promedio por encima del millar de fallecidos por día en el pico de la pandemia, entre abril y mayo.
Los expertos advierten de que Brasil vive, así como diversos países en el mundo, una probable segunda ola de la emergencia sanitaria sin haber superado la primera.
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Asimismo, los gobiernos regionales del país alertaron la víspera sobre una posible “tragedia epidemiológica” de grandes proporciones si el Ejecutivo se niega a reconocer que el país está viviendo una segunda ola de epidemia del Covid-19 y se abstiene de adoptar las medidas necesarias para enfrentarla.
Sin embargo, el Ministerio de Salud ha descartado que Brasil atraviese una segunda ola de la enfermedad y alega que los números son insuficientes para tal diagnóstico, a pesar del fuerte aumento de las muertes, los contagios y las hospitalizaciones por el Covid-19 en los últimos días.
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El Gobierno encabezado por el presidente Jair Bolsonaro es uno de los más escépticos en el mundo sobre la gravedad de la pandemia y ha criticado las medidas de distanciamiento social impuestas por las administraciones regionales y municipales para combatir el coronavirus.
El líder de la negacionista ultraderecha brasileña alega que tales medidas no van a detener el patógeno pero que sí pueden generar una quiebra generalizada de las empresas y despidos masivos de empleados, y que el hambre puede provocar más muertes que la propia enfermedad.