01 nov. 2024

Brujas eran las de antes

La práctica de la brujería está ligada al ocultismo pagano y a la búsqueda de control abusivo sobre las otras personas y el futuro. Se asocia a nociones animistas de la naturaleza y unas vías metafísicas de actuación que tienden al rechazo de la moral natural. De hecho, se la considera una práctica espiritual que rechaza la regla de oro de la conciencia: “Haz el bien y evita el mal”.

La imagen de las brujas feas, decrépitas, mentirosas, manipuladoras y malas volando en escobas hacia la Luna y causando daño a los protagonistas de los cuentos de hadas, así como su derrota final, es significativa en el imaginario popular, porque hace referencia metafóricamente a la existencia de caminos contrarios en las decisiones humanas, a lo engañoso que resulta optar por el mal, y su derrota nos remite a la esperanza de la victoria del bien sobre el mal al final del camino.

De alguna manera la bruja está en la antípoda de la santa, de la mujer virtuosa, y de la heroína altruista que sacrifica su persona en bien de los demás. Esta triunfa y aquella fracasa. Pintarla con ropa raída, sucia y oscura, y asociada a la oscuridad es una forma simbólica de manifestar el lado oscuro de la dimensión espiritual del ser humano, el cual puede también constituirse en un lobo para sus congéneres (homo homini lupus, Hobbes, El Leviatán). Y esto ya no es cuento.

Además, la bruja malvada expresa ese misterioso atractivo que el mal ejerce en algunas personas, incluso, a veces, en principio, más sensibles al dolor y a la desesperación por la búsqueda del sentido de la existencia, pero que se denigran, se afean y enfrían espiritualmente al servir al mal. La bruja en el fondo, vista así, es un ser triste, desencantado, decadente y amargo, incapaz de amar o de esperar que las circunstancias pueden ocurrir para su bien, sin una lucha voluntarista de su parte por imponerse a todo. Parecería una persona crédula, pero ¿se puede creer realmente en la nada y en el vacío? No por mucho tiempo al menos. He ahí su búsqueda de experiencias sobrenaturales y de su entrega a la espiritualidad dañina que cobra personalidad ante ella y la guía de forma perturbadora y persistente hacia la maldad.

Cuidado, no se puede vivir con terror la experiencia humana y crear así una civilización desarrollada. La crueldad está unida a la barbarie, al retroceso hacia el instinto gobernando sobre la razón y la libertad. La mentira y el engaño en la realidad tienen consecuencias terribles. Así que es lógico que la vieja bruja, pierda ante la realidad y su positividad. Es el final de los mitos clásicos. Y es la experiencia universal ante las amenazas del mal.

Pero en tiempos de redefiniciones como el nuestro, está cobrando cada vez con más fuerza un sutil cambio de imagen de la bruja y de la maldad misma. Un día después de Halloween, es interesante tomar nota de este giro. La bruja de hoy tiene el perfil lavado de cara para generar no solo empatía, sino simpatía. ¿Simpatía hacia el mal? Hoy las brujas se ven lindas, empáticas, afectadas por la “maldad” de las buenas personas, al final resultan ser heroínas, pero sin renunciar a su afán de poder y control espiritual maligno. Absurdo. Es un signo patético de decadencia y una forma de colonización cultural.

Lo malo de ciertos pensamientos y de la imaginación asociada a prototipos es que luego esas ideas se vuelcan a acciones concretas. Es lo que vemos con los niños de hoy que reciben mensaje confusos y contradictorios sobre la necesidad de hacer el bien, y al mismo tiempo, se les exaltan figuras espirituales cargadas de cinismo y falta de escrúpulos. ¿En qué quedamos? ¿Cuál es el mensaje? ¿Nos escandaliza lo mal que va la sociedad, pero, al mismo tiempo, consentimos que el mal y su simbología se haga un sitio de privilegio en nuestro calendario festivo? ¿Es el nuevo catecismo de la posmodernidad? ¿Hacia dónde apunta? Porque los niños son imitativos. El mal existe, es prepotente, cobarde y cruel. No deberíamos rendirle pleitesía.

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