En la misa que tuvo como tema ‘‘Esperanza para los enfermos, abandonados, empobrecidos y marginados’’, el sacerdote denunció en su prédica que es inadmisible que un sistema diseñado para proteger a los trabajadores, como es IPS, sea hoy un calvario para ellos.
Señaló que los hospitales tanto de la previsional como del sistema público están muy desprovistos para dar respuesta a los enfermos que acuden en busca de atención. Esto incluye equipos médicos desactualizados, falta de camas en hospitales y tiempos de espera prolongados para tratamientos esenciales, tanto en Asunción como en el interior.
‘‘Heta osufri ñande gente kuéra oguahêva hospitalkuérape. Hay mucho dinero en el país, pero ñande jasufrivea ha jahasa asyvea. Un sistema de salud que no funciona es una traición a los derechos fundamentales’’.
Sostuvo que la sostenibilidad del sistema enfrenta riesgos por cambios demográficos, problemas históricos en la gestión de fondos y temor de un desmantelamiento deliberado del IPS.
Explotación. El sacerdote también puso en el foco la crisis medioambiental en Paso Yobái, donde el uso indiscriminado de mercurio y cianuro en la extracción de oro sigue generando devastadores efectos en la salud pública y el medio ambiente.
‘‘El mercurio contamina suelos, ríos y afecta directamente a los más pobres, especialmente a indígenas y campesinos. Esto no solo es una irresponsabilidad, es un crimen contra la creación y la dignidad humana’’, declaró.
Habló de la necesidad de que las autoridades reguladoras actúen con responsabilidad, señalando que existe una alternativa viable, un producto ecológico que podría reemplazar al mercurio y al cianuro sin comprometer la rentabilidad de la minería. Esto está recomendado científicamente a través de la Investigación realizada entre la Pastoral Social con la Universidad Nacional de Asunción.
Obligación moral y espiritual. En otro punto de su prédica, Arévalos apeló a la esencia de la fe cristiana, subrayando que la Iglesia debe ser un refugio para quienes más sufren.
‘‘Hoy recordamos a San Francisco Javier, quien dedicó su vida a los pobres y enfermos, mostrando que el amor de Dios no excluye a nadie. La Iglesia debe seguir ese ejemplo, siendo casa de acogida y esperanza para los que necesitan consuelo’’.
Instó a los fieles a comprometerse con las personas más vulnerables desde visitar a los enfermos hasta defender la justicia y denunciar las estructuras que perpetúan la exclusión. ‘‘En cada pobre y en cada enfermo está el rostro de Cristo. Ayudarlos no solo es un acto de caridad, sino una obligación moral y espiritual’’.