Esto durante su homilía en el marco del quinto día del novenario de la Virgen de los Milagros de Caacupé, que tuvo como tema Comunidades y familias que cuidan la vida como signos de esperanza.
‘‘Existen leyes en el Paraguay que establecen que cada familia debe contar con un pedazo de tierra, un trabajo digno y un hogar seguro, que tiene derecho a la salud y a la educación. Esto no se hace realidad en gran medida a causa de la injusticia imperante que trunca la equitativa distribución de los bienes creados por Dios para todos’’, afirmó.
Insistió en que es necesario hacer realidad estos derechos fundamentales, ya que cada familia necesita estos elementos para su desarrollo.
En este sentido, el obispo también destacó la necesidad de recuperar la dimensión comunitaria en la labor pastoral en las parroquias y en las organizaciones para estar más cerca de las necesidades de la gente, de las familias más carentes y promover la dignidad de las personas.
‘‘Debemos organizar la esperanza y trabajar juntos sinodalmente para apoyar y promover el desarrollo integral de la persona humana en las comunidades y en las familias’’.
Monseñor Collar invitó a los presentes a reflexionar sobre el papel central de la esperanza en la vida cristiana, describiendo esta como una virtud que guía las acciones humanas hacia el bien, según Santo Tomás de Aquino. ‘‘Él señala que la esperanza y la caridad tienen como sujeto a la voluntad, apoyándose mutuamente para llevarnos al bien supremo’’.
Dijo que es lamentable constatar que en muchas situaciones esta perspectiva de esperanza se encuentra ausente. La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. Los ritmos frenéticos de la vida moderna, los temores ante el futuro, la falta de garantías laborales y de tutelas sociales adecuadas, así como modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios en lugar del cuidado de las relaciones han llevado a varios países a experimentar una preocupante disminución de la natalidad.
Teniendo en cuenta que la apertura a la vida a través de una maternidad y paternidad responsables es un ‘‘proyecto que el creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres’’, llamó a las comunidades y a los esposos a ser agentes activos de esperanza.
‘‘Es urgente de que además del compromiso legislativo de los estados, se necesita un apoyo decidido por parte de las comunidades creyentes y de la sociedad civil. El deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas como fruto de la fecundidad de su amor ofrece una perspectiva de futuro a toda sociedad y se convierte en un motivo de esperanza’’, señaló.