La festividad de la Virgen de Caacupé fue la ocasión propicia para que la Iglesia paraguaya dejara claramente expresada su posición respecto a la realidad social, política y económica del país. Parte de este análisis ya estuvo presente en las homilías durante el novenario, pero sin dudas la carta al pueblo paraguayo, leída por el obispo de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, ha sido el perfecto epílogo de la multitudinaria celebración.
Citando al papa Francisco, “ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está solo para preparar las almas para el cielo”, el obispo manifestó que los valores y principios morales de la fe cristiana deben tener incidencia en la sociedad; que “nuestros conciudadanos tengan la oportunidad de vivir dignamente, encontrando así la felicidad en esta tierra”, porque Dios no quiere que el ser humano viva mal”.
La carta del obispo de Caacupé estuvo cargada de críticas hacia el Gobierno sobre temas de salud, educación, corrupción, pobreza e inseguridad, y también hizo un llamado a la ciudadanía para involucrarse en política y promover cambios.
En forma contundente, Valenzuela se hizo eco de las recientes protestas de los trabajadores que cuestionan el proyecto que crea una superintendencia de jubilaciones y pensiones, y un consejo de seguridad social copado por representantes del Estado que pretenden tomar decisiones sobre las cajas jubilatorias públicas y privadas.
“Una preocupación reciente y palpitante es el caso del Instituto de Previsión Social (IPS), una preciosa institución social puesta al servicio de una población cada vez más vulnerable, que necesita protección con una salud garantizada para trabajar con la esperanza y la satisfacción de una jubilación para la vejez, como la que mucha gente ya comienza a disfrutar luego de años y décadas de trabajo. Ese fondo jubilatorio debe permanecer cerrado para su único objetivo, asegurar una vida digna a los obreros y trabajadores después de tanto esfuerzo: Poder disfrutar de su propio aporte jubilatorio cuando le corresponda su retiro del mundo laboral. Ojalá sea el Estado el que cuide y vigile esos fondos reservados pensando en un futuro seguro y mejor de los ciudadanos que han aportado”.
Otro momento de gran impacto fue una rotunda advertencia a las autoridades nacionales, refiriéndose a las últimas elecciones, apuntó que “la ciudadanía ha sido generosa en confiar nuevamente en ustedes; pues, pese a los desaciertos y graves omisiones que originaron múltiples pérdidas, les ha renovado el contrato. Todos reconocemos que el pueblo paraguayo es noble y generoso; cree en las promesas electorales; es paciente y sufrido; pero no es prudente abusar de la confianza depositada en ustedes”.
En la carta al pueblo paraguayo se menciona el progreso y las inversiones que se expandieron, pero que no alcanzaron a grandes sectores de la sociedad que carecen de los más básicos recursos para una vida digna; también señaló que la corrupción es una sangría que está volviendo anémico al país.
Ricardo Valenzuela instó a los laicos a incidir en las universidades, en todas las instituciones civiles, administrativas, judiciales, legislativa, militares y policiales, en el trabajo y en la calle: “¡Anímense a revisar las estructuras injustas que se han establecido y tengan el coraje de derribar las barreras que oprimen a nuestro pueblo! ¡Busquen los modos más eficaces para combatir la irritante pobreza extrema, la corrupción y la impunidad! ¡Pongan sus máximos esfuerzos para extirpar el cáncer del narcotráfico, del lavado de dinero y el tráfico de personas entre tantas execrables injusticias!”, subrayó el obispo en un contundente resumen de los más graves problemas del país.