06 sept. 2024

Calidad de vida

El presidente fue el otro día a inaugurar la Costanera Sur, iniciada por el anterior gobierno, del mismo partido por cierto, pero no se engañen, ninguno de ellos, ni estos, ni los anteriores, puso la plata. Esa obra se hizo con los recursos de los contribuyentes. Que las obras sean para la gente que paga por ellas, es otro tema.

En un pasaje de su discurso, la ministra de Obras Públicas dijo que, a partir de ahora, la Costanera queda “para el disfrute de todos”. También presentaron el montón de cosas que se podrán encontrar en el espacio: un anfiteatro, parque para niños, bicisenda, gimnasio, enfermería, etc. Ojalá todo sea cierto y funcione, sabemos lo necesarios que son ese tipo de espacios para la ciudad. Sobre todo, con el antecedente de la otra Costanera, por eso precisamente esperamos que no sea otra vía rápida para la circulación de automóviles y nada más; que lo puedan disfrutar todos y no sea solo para la comodidad de los automovilistas.

La gente normal, los peatones y los ciclistas, por dar un ejemplo, no cuentan con espacios seguros en nuestra ciudad, es lo que sucedió con el proyecto de la Costanera en la Bahía de Asunción, un espacio diseñado, una vez más, solamente para los vehículos y por supuesto que se olvidaron de la gente. Porque si de verdad les interesara la gente y su bienestar, digo yo, podrían empezar por limitar las habilitaciones de esas estaciones de servicio que aparecen de la noche a la mañana por nuestros barrios.

La Costanera de Asunción, la de la bahía, está tan bien ubicada, y tiene un paisaje espectacular, pero lamentablemente está vedada al ciudadano. Dejando de lado el aspecto de la seguridad, que en sí es un gran problema, presenta numerosos obstáculos para el disfrute de los vecinos de Asunción y de aquellos que nos visitan durante el día por motivos laborales, o lo que sea.

Esta también fue concebida como una vía rápida, nunca fue pensada como un espacio ciudadano, un espacio verde, recreativo y gratuito. Eso se nota claramente si nos fijamos en la velocidad de los vehículos, y aquellos que van a caminar por ahí pueden contar con su dosis diaria de riesgo y envenenamiento por los gases de estos vehículos.

Otra cuestión que sería digna de un debate es el odio que tienen nuestras autoridades y nuestros funcionarios por los árboles nativos, y al mismo tiempo la fijación que tienen con las palmeras; esperemos que esto mejore en la nueva Costanera y no sean solo discursos.

Seguro que habrán notado que en la bahía no hay sombra porque precisamente no hay árboles; sí quizá alguna palmerita despistada por ahí. Por eso, este no va a ser nunca un espacio a donde la gente que trabaja en el centro, por ejemplo, cuando quiera tomarse un respiro pueda ir a mirar el río mientras come su almuerzo; porque no hay sombras acogedoras de árboles. Y no las hay porque a los que construyen estas obras no les importa la gente y su calidad de vida, solo piensan en los autos.

Tengo demasiadas ganas de equivocarme en mi predicción de que en la Costanera Sur se puede repetir la misma historia. Porque sería perfecto que los paraguayos y paraguayas tuviéramos espacios amplios, arbolados, seguros y gratuitos para ir a pasear con los niños y con el perro, andar en bicicleta o simplemente poder sentarse en un banco, mirar el río, tomar tereré, comer un helado, ver pasar la vida.

Además de tener salud gratuita y universal, educación de calidad, empleos dignos y vivir en un ambiente seguro, poder ir a una costanera a simplemente pasar el rato con la familia, es lo que podría definirse como calidad de vida, bienestar.

Precisamente, lograr que la gente tenga eso, calidad de vida, y en abundancia, es el trabajo de las autoridades, esos tipos que –como ahorita– se pasan la vida haciendo campañas políticas, comiendo asado con sus socios, pañuelo al cuello y soltando promesas al viento, promesas que pocas veces se cumplen.

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