La Contraloría que “no inculpa ni exculpa” –como lo definió el renunciado García– tiene mucho que cambiar hasta convertirse no en un órgano extorsivo ni chantajista, sino en una garantía de buen funcionamiento de las instituciones públicas. Los legisladores o mejor los que hacen dicha tarea desde las calles deben revisar su carta de funcionamiento para dotarle de capacidad real que no colisione con el Tribunal de Cuentas y que no pase de ser un garrote en manos de una administración venal y corrupta.
No alcanzaremos quizás todavía al nivel de Taiwán, donde la Contraloría es un cuarto poder. Temido y respetado.
Aquí la misma institución reconoce que cajonea, amenaza o informa de malos procedimientos en función directa de la colusión de intereses que tiene con el Legislativo u otro poder del Estado. Esta tarea de independencia y autonomía constituye el verdadero cambio, la auténtica revolución que requiere este organismo.
El haber visto a Fretes Ventre ingresar a los tribunales esposado y con chaleco antibalas no sirvió de mucho para quienes continuaron en dicho cargo. No les impulsó a cambiar o a temer a la Justicia. La lucha entre la Fiscalía y el órgano contralor es una síntesis de los problemas de identidad y razón que tiene la Contraloría en nuestro ordenamiento jurídico y es lo que habría que cambiar.
Con respecto al desbloqueo, sirve para descomprimir el hastío ciudadano. El que vota podrá elegir mejor, aunque las condiciones culturales para dicho propósito sean más profundas. Que al presidente del Congreso se lo denomine “trato apu’a” es una representación gráfica de los problemas de ignorancia, pobreza, manipulación y necesidades de la real politik del Paraguay, que no se resolverán por arte de magia o cambio del sistema de voto. Habría que educar al soberano y ayudarlo a saber elegir. Esto último no es un acto mecánico nomás, es la capacidad de saber a quién escoger.
Los partidos políticos pierden grandemente poder, aunque debe decirse que se han ganado a pulso dicha sanción ciudadana. Es improbable que algunos delincuentes no dejen de tener escaños y es posible que “comprarse una banca” resulte más barato ahora que con el método de las listas sábana.
De nuevo, el nivel educativo y la capacidad de entender la relación entre mandantes y mandatarios será lo que finalmente demuestre que hemos cambiado para mejor.
Lo más trascendente, el gran triunfo ciudadano. La gente que echó miedo a los políticos y que los forzó a trabajar en horarios desacostumbrados para ellos. No es poca cosa el que las calles hayan ganado esta pulseada a un cuerpo legislativo sobre el que pesan sospechas, claras sospechas de que sus intereses no son los de sus mandantes. La ecuación ha cambiado y esa es una gran noticia para celebrar.